jueves, 21 de julio de 2011

ODIN

En otro artículo anterior comentaba la dualidad que encontramos en la religión escandinava respecto a los dioses principales del panteón, representada por Tyr y Odín. En él hablaba de Tyr. Ahora es el momento de hacerlo de Odín.

Como decía en el artículo sobre mitología germana, Odín, hijo de gigantes,junto con sus hermanos Vili y Ve mata a Ymir, su antepasado. Con su cuerpo dan forma al universo y a las distintas razas que lo pueblan. Pero su importancia no es solo la de ser el artífice de la creación. Muchas veces se intenta analizar la mitología nórdica y sobre todo a Odín asimilándola a la griega y a Zeus, pero es un gran error. No hay nada peor para intentar entenderla, ya que estas dos mitologías, aunque tengan un origen indoeuropeo común, se asientan en dos culturas muy diferentes.

Odín comparte soberanía con Tyr, mientras que Zeus reina solo. Es al cabo de los años, al extenderse por Europa el cristianismo y con él la cultura mediterránea, cuando la mitología escandinava se centraliza en un dios supremo con el resto de las deidades superditadas a él. Pero para ello tenían que pasar más de dos mil años desde sus orígenes, en los que la mitología nórdica pervive autónoma y fuerte en las remotas tierras del norte
Otra diferencia básica y fundamental son sus atribuciones. Así como Zeus es el señor del cielo, de las tormentas y el rayo, Odín tiene unas atribuciones muy superiores, ya que él es a la vez una deidad dual. Por un lado, como Odín se nos presenta una deidad culta, sabia. Es el señor de la magia, de la sabiduría, del conocimiento. Es el chamán supremo que enseña a los hombres. Por otro lado tenemos a Wotan, el furor. Es el dios irracional, la furia de la batalla, el fin que justifica los medios para fortalecer su poder. Es el dios que, armado con su lanza, se inmiscuye en las batallas para matar el mismo a los héroes elegidos para que formen parte de los Einherjer. Adiestrados una vez muertos su función es, durante el Ragnarok, ayudar a los dioses contra las fuerzas que se les oponen. Son los guerreros que, muertos honorablemente en el campo de batalla, son seleccionados por las valkirias para ser llevados al Valhala, la mitad de ellos para luchar bajo el mando de Odín, la otra mitad para luchar bajo las órdenes de Freyja, diosa de la guerra, el “alter ego” femenino del dios.

Pero Odin, considerado el dios supremo, no lo es en realidad. No manda nada, no es el rey. Es el primero de los dioses por su inteligencia y su sabiduría, pero está sujeto a las normas que Tyr se compromete a hacer cumplir, a unas leyes cósmicas de justicia que se basan en el honor y la rectitud, en el camino del guerrero espiritual que busca el fin más justo.

Esta dualidad de Odín, por un lado con Tyr  en el mando supremo del panteón, y por otro con Freyja, en cuanto a poder y sabiduría, es una de las claves básicas que tenemos que tener en cuenta para entender la mitología germana y sobre todo el papel de Odín en ella.

Bajo la atribución de Odín, el dios aprende de Freyja la magia seid, proveniente de los vanes. Esta magia basada en la manipulación de los objetos, y el conocimiento de las hierbas, y los rituales, está relacionada con el otro mundo, y es la que permite despertar a los muertos para obtener la sabiduría oculta o averiguar el porvenir. Así mismo, inspirado por la sabiduría que le transmite la diosa de la magia, Odín, para alcanzar el conocimiento, se cuelga del fresno Ygdrasil, sacrificando su vida durante nueve días y nueve noches. Así obtiene los secretos de la magia Galdr, que se alcanza a través de las “palabras de poder” o canciones de poder. Para articularlas crea las runas, la forma de transcribirlas y a la vez, aunando sus conocimientos de ambos tipos de magia, poder discernir el futuro para aconsejar el camino correcto a tomar. Estas palabras de poder, transcritas en las runas, tienen diversas atribuciones tanto de protección como de invocación, pero además conforman el llamado camino del guerrero espiritual.

Respecto a la sabiduría de la experiencia y del pasado, esta se halla en poder de la sagrada cabeza del gigante Mimir, dueño del tiempo, que habita en una de las tres fuentes que nutren las raíces del fresno sagrado. Para conseguirla, Odín ha de pagar un tributo, y es el sacrificio de su ojo, pues cuando pierde una visión al depositarlo en la fuente, gana otra. Es por eso que es conocido como el dios tuerto, aquel que con solo un ojo ve más que el resto con dos. También fue el que trajo en su buche, transformado en águila,  la hidromiel sagrada de los enanos que da la inspiración a los poetas y que, al ser  depositada en la caldera Odroerir, no se acaba jamás.

Es también bajo este aspecto que Odín se nos muestra como un dios que, en muchas ocasiones, da amparo, cobijo y aliento al dios marrullero por excelencia, a Loki, dios del fuego y que tras el asesinato de su hijo Balder se convierte en su peor enemigo. Pero antes ha sido su compañero de aventuras, embrollos y engaños. Estos son dirigidos muchas veces contra otros dioses, otras contra los humanos, a los que mata para agregarlos a su ejército de héroes y las más de las veces contra gigantes y enanos, para claramente, apropiarse de sus tesoros o sus propiedades. Odín es un transformista, capaz de alterar su forma a su gusto, pero se narra que le gusta viajar y conocer el mundo como un viejo tuerto, con larga túnica y barba gris. Usa un sombrero picudo azul oscuro de ala ancha y un abrigo azul oscuro. Con su lanza Gungir a modo de báculo, actúa en el mundo de los hombres como instigador de conflictos, lo que logra con tan solo arrojarla entre dos personas.

La otra faceta del dios, la más temible, aparece bajo el nombre de Wotan, nombre que significa “furor”. Bajo ella es el señor de los Berseker, los guerreros dominados por la furia de la batalla, a la que acuden desnudos, solo cubiertos con pieles de oso o de lobo. En ella muestran una furia asesina que no se detiene ante nada ni ante nadie, y con la cual son capaces de sentirse invulnerables al dolor y a las heridas. Estos guerreros, salvajes e imprevisibles, son practicantes de la magia galdr y es al utilizar las palabras de poder, las runas, combinadas con un brebaje especial, cuando caen es ese estado de frenesí asesino. Este grupo de adoradores de Odín, son los que en los pueblos germanos orientales, del otro lado del Rin, han dado lugar al mito del hombre lobo, que luego ha degenerado en el que hoy conocemos.

En su aspecto guerrero, comanda sobre su caballo de ocho patas, Sleipnir, la Asgardreid, la cacería salvaje, al frente de sus guerreros muertos, manifestándose en la noche por un gran ruido de cascos y relinchos. En ella participa acompañado por su esposa Frigg y sus dos lobos Geri y Freki. Y pobre de aquel incauto que se la tropieza, pues se ve incorporado a ella para nunca más regresar al mundo de los vivos

Odín está casado con 3 mujeres. Cada una de ellas simboliza una parte de la tierra:

  • ·       Frigg, la reina de los Ases,  diosa del hogar, la fertilidad y el amor. Conoce el futuro de todos los seres, pero no lo cuenta a nadie. Simbolizaba la tierra cultivada. Con ella tuvo tres hijos:  

o   Báldr, (también llamado Balder o Baldur) el resplandeciente, muerto por las arteras insidias de Loki,
o   Hodr, el enigmático dios ciego que sin pretenderlo mata a su hermano Báldr
o    Hermodr, el ardiente en el combate, que tras la muerte de su hermano Báldr monta a Sleipnir y desciende a los infiernos para rogar a la diosa Hela que lo libere
  • ·         Jörd, la Vanir, que fue esposa y hermana de Njord, y con él, madre de los gemelos sagrados Freyr y Freyja. Esta diosa simbolizaba la tierra primigenia y salvaje, virgen de la huella humana. Con ella tuvo dos hijos:

o    Thor, dios del trueno y la fuerza bruta
o    Meili, dios desconocido del que lo único que se sabe es que existe.
  • ·         Ring, la giganta de la escarcha.  Simbolizaba a la tierra invernal y helada. Con ella tuvo a Vali, llamado a vengar la muerte de su hermano Baldr. Es el dios de los arqueros, señor de la luz eterna, llamado también Liosberi, el portador de la luz.

Odín, además de su caballo de ocho patas Sleipnir, y de sus dos lobos, va siempre acompañado de dos cuervos, Hugin y Munin, Pensamiento y Memoria, que ven todo lo que sucede y se lo transmiten para que lo conozca. Odín posee numerosos objetos mágicos “requisados” a los enanos o fabricados expresamente para él por ellos. Entre ellos está la lanza Gungir, que nunca falla en el blanco y con la que desencadena guerras y conflictos,  y el anillo mágico Draupnir, que cada nueve noches produce otros nueve anillos iguales a él, salvo en la capacidad de reproducirse.

sábado, 2 de julio de 2011

EL CÍRCULO DE KRISKY, de Miguel Puente

Dependiendo de cómo salga del berenjenal en el que me haya metido por su culpa, considero que la curiosidad es uno de mis mayores defectos, o la más grande de mis virtudes. Ayer me empujó a pasarme por la presentación en Valencia de un par de libros del llamado “género fosco”. Este tipo de literatura, definida, por lo que entendí, como un tipo de fantasía oscura, gusta de jugar con el terror, nuestras fobias y nuestras angustias.

No sé si es debido a los muchos cuentos de muertos resucitados, ánimas en pena, brujas, maldiciones, sucesos extraños y conductas aviesas del personal más variopinto, oídos durante mi infancia al calor y única iluminación de una chimenea vieja, o a que la lectura con ocho años de Poe y Lovercraft me curó de espantos, pero lo cierto es que en casi 40 años que llevo leyendo cuanta historia de fantasía cae en mis manos, no he encontrado ningún relato o novela que me estremezca o haya hecho que me sobresalte ante algún ruido. Debido a esa incapacidad para causar emoción en mí,  no suelo interesarme mucho por la novela llamada  “de miedo” o “de terror”. No le encuentro más aliciente que el de la calidad literaria que pueda tener, pues normalmente suelo encontrarlas previsibles y poco interesantes.

Uno de los libros de los que se habló,  El círculo de Krisky, es una  antología de relatos. Esto no es algo que me entusiasme demasiado, pues los cuentos me parecen eso, cuentos, siempre demasiado cortos. A pesar de ser otro punto en su contra decidí probar suerte cuando un amigo me señaló un valor que lo hacía muy atractivo a mis ojos: los relatos tenían bases mitológicas. Mitología: la palabra que, junto a “Fantasía” e “Historia”, hace que se disparen todas las alarmas en mi mente y me sienta atraída por una narración como por un imán.

Así que lo compré, y esta mañana, mientras me tomaba el café he pasado una hora muy agradable enfrascada en su lectura. Pensaba leer un relato o dos mientras desayunaba y cuando me he dado cuenta se habían terminado las páginas. Eso es buena señal, desde luego.

El libro se compone de ocho relatos muy armónicos en su temática y en su estructura, que si bien no me han hecho pasar miedo, ni siquiera un poco de inquietud, sí que me han parecido historias interesantes bastante bien escritas y bien desarrolladas. Tienen la duración adecuada a cada una. Unas son muy cortas, pero sin tener apariencia de estar resumidas. Otras se alargan bastante más, sin que les sobre paja de relleno. Pero todas, con independencia del tema, el estilo o la duración, han conseguido lo mismo: que acabe de leerlos con una sonrisa de complicidad con el autor.

El primero de ellos, Los siete cuervos, está basado en un cuento popular, no muy difundido, que yo conocí en mi infancia como el de “Los siete hermanos cisnes”. El autor coge la historia, la sitúa en Galicia, y la viste con una exquisita ambientación de mitología celta-galaica que  a mí personalmente me ha hecho disfrutar mucho. Me ha parecido delicioso.

El segundo, Una duda razonable, es un cuento muy corto que tiene su punto de sorpresa gamberra y me dejó con la grata sensación de que se trata de un guiño a Poe.

En Psicosomático, quizá de los que  menos me han gustado, la enfermedad mental se mezcla con otras culturas con un resultado inquietante y muy interesante. La forma en que trata la somatización de los problemas mentales es cuanto menos curiosa, pero creo que el final podría haber sido mejor elaborado.

El hombre sin nombre hunde sus raíces en la civilización del creciente fértil. Algún fleco suelto en una historia bastante elaborada hace que este relato no sea lo redondo que podría haber sido. Es una pena, pues tiene elementos suficientes para convertirse en uno de los mejores relatos de la antología.

Sombra, otro de los más breves, hace buena la máxima de “menos es más” y se convierte en uno de los mejores para mi gusto. Inquietante y con un sabor que me ha recordado a King, en sus cuatro páginas condensa sentimientos y emociones muy diversas.

El extraño caso de Elías Fosco es, para mi gusto, el mejor de todos. Ambientado en la Galicia de la transición, con un fondo de mitología, cultura, o superstición (como se le quiera llamar) de la tierra natal del autor, le da otra vuelta de tuerca a la llamada “novela negra” concentrándola en un cuento interesante y muy especial. Lástima algún desliz tonto que lo afea un poquito,  pero que no afecta a la historia.


La cabeza de Dick pone el contrapunto humorístico que sirve para descargar la tensión acumulada tras el relato anterior. Historia simpática y un poco traviesa, nos vuelve a demostrar que este autor se maneja muy bien en las distancias cortas.

El círculo de Krisky es el relato que da nombre y cierra la antología. Basado en las cadenas de mensajes que recibimos todos en nuestros correos con desesperante asiduidad, las mezcla con extraordinaria habilidad con el folklore centroeuropeo, creando un relato capaz de despertar cierta ansiedad, para culminar en un final interesante.

En resumen, este libro me ha gustado bastante, más de lo que me esperaba. Solo algún pero ensombrece el buen sabor que me ha dejado.

Comentarios sobre la edición: un error de maquetación (creo, que yo de eso no entiendo) en una página llama bastante la atención.

Comentarios sobre el autor: algún desliz involuntario y cierta tendencia a perderse en frases largas (un par de veces en todo el libro) son las únicas pegas que podría encontrarle buscando mucho.

Ficha Técnica
Título: EL CIRCULO DE KRISKY
Autor: MIGUEL PUENTE MOLINS
Editorial:  AJEC
Páginas: 167
ISBN: 84-15156-22-2
Género: Antología de relatos.






miércoles, 22 de junio de 2011

El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare

Maldigo la suerte que me hizo nacer 15 años antes de lo debido, cada vez que me enfrento a mi total incapacidad para aprender inglés. Si me hubieran obligado a estudiarlo desde pequeña en el cole, como me pasó con el francés, probablemente ahora sería capaz de desenvolverme con él como con la lengua de nuestros vecinos, es decir, podría mantener un mínimo de conversación y leer cosas no muy complicadas. O muy complicadas, porque es seguro que  el inglés, dado el uso actual de la lengua de la pérfida Albión, lo habría practicado, no como el francés.

Pero esa es la situación actual. El inglés solo lo domino si es bajito y se deja, cosa que pasa en muy contadas ocasiones, por no decir ninguna.  Y eso me fastidia mucho. Sobre todo cuando leo alguna obra importante  para mí  y que me gustaría poder saborear directamente de la pluma de su autor,  no dependiendo de intérpretes.

Eso es lo que me pasa con el libro que vengo a comentar hoy.  Esta pequeña obra, salida de la pluma del cisne de Avon, me ha acompañado durante muchos años, más de 30, desde que la representé por primera vez en un teatro y cobré por ello. Eran otras épocas y los pequeños grupos teatrales, básicamente formados por estudiantes, podían moverse por los teatros de los pueblos y funcionar  y tener un repertorio mínimo.

Desde entonces, desde que  la conocí en profundidad, he pensado que debe perder mucho con la traducción. Al estar escrita en verso, toda la musicalidad se pierde y giros y dobles sentidos deben quedar diluidos en el sentido lógico de cada frase. Debe ser una verdadera pena, porque incluso traducida al castellano, podemos  ver el gran talento de ese escritor inglés que mezcló  en ella  romance, enredo y fantasía, con grandes dosis de humor.

Es curioso ver como Shakespeare ambienta su cuento fantástico en Atenas. Una tierra tan lejana y exótica para un inglés del siglo XVI como para nosotros hoy día la amazonia o Tailandia. Quizá más todavía. En esta ciudad tan lejana para él y sus coetáneos, el autor nos sitúa en le víspera del sosticio de verano, noche en la que el mundo de las hadas se funde con el de los mortales y los hechos más insospechados pueden ocurrir.  

Y como es lógico pensar, ocurren.

Al día siguiente, el primer día del verano, van a celebrarse las bodas del duque de Atenas, Teseo, con Hipólita, reina de las amazonas. Esa noche, Hermia, una joven a la que su padre obliga a contraer matrimonio con un hombre al que desprecia, y  Lisandro, su enamorado, huyen al bosque cercano a la ciudad. Buscándola acude su prometido Demetrio, junto a su mejor amiga Elena,  que la ha traicionado para conseguir los favores del futuro consorte despechado.

En el mismo lugar y la misma noche, una compañía de actores decide ensayar su obra. Al día siguiente, en las bodas del duque representarán el drama de Príamo y Tisbe, y para que nadie los sorprenda antes de tiempo huyen de la ciudad y se refugian entre la floresta.

Titania, reina de las hadas va a hacer sus ofrendas al solsticio junto a su corte. Esa misma noche, Oberon, rey de los duendes, con el que está enemistada por la posesión de un bellísimo paje, planea con la ayuda del travieso y rápido Puck la forma de arrebatarle el doncel a su esposa.

Las hadas juegan, ensayan los actores, duermen los amantes y una delicada flor expide sus jugos para que sea difícil distinguir sueño de realidad, amor de pasión, certeza de hechizo.

Los ingredientes están listos. De la mano maestra del genial poeta nos deleitamos con un plato lleno de un humor exquisito, de una poesía preciosa y delicada como el ala de un hada, y de una serie de situaciones enrevesadas, traviesas y festivas, que hacen de esta comedia fantástica un prototipo de diversión elegante y delicada, llena de matices y de ironías en cada uno de sus personajes.

Quería haberla subido ayer, noche del solsticio de verano, noche mágica donde las haya, pero por motivos ajenos fue imposible. Me conformo con hacerlo hoy, día de las felices bodas de Teseo e Hipólita, en el que el despertar del sueño nos sorprende bajo los rayos del sol que  alumbra del día más largo del año.

Que este nuevo año solar os venga lleno de dichas y venturas. Que las desventuras y las desdichas se vean reducidas a un sueño tan efímero como el sueño de una noche de verano.


PD: A los que os sea arduo leer a Shakespeare pero no os importa verlo en la pantalla, hay una extraordinaria película de 1999, dirigida por Michael Hoffman. También está la gran versión que la Lyndsay Kemp Company grabó. Un verdadero disfrute para los sentidos

domingo, 19 de junio de 2011

TYR O TIWAZ

La religión escandinava se caracteriza por una dualidad muy similar a otros pueblos indoeuropeos, simbolizada por dos caracteres antitéticos. Esta dualidad encierra el carácter pacífico, moderado y estabilizador de la autoridad superior de un lado  y el aspecto tumultuoso, apasionado, desintegrador incluso, del otro. En esta mitología se representa por la pareja Tiwaz-Wodanaz o Tyr-Wotan   o Tyr- Odín.

El dios Tyr, hijo de los gigantes Hymir y Frilla, representa el lado apacible, ordenado y sacerdotal de la soberanía. Es el dios que reconcilia a los hombres, pero posee a su vez un carácter belicoso ya que es el que concede la victoria en las batallas.

Como hijo de la representación del Océano (Hymir o Aegir) y de la Paz, incorpora en su persona la idea de la batalla racional, de la lucha justa, en contraposición a Wotan señor de la locura de la lucha, del furor desatado, y a Thor, como dios de la fuerza bruta y desmedida.

Él es el que rige el Thing, la asamblea jurídica y política de los pueblos germánicos, y es preciso tener en cuenta que en esta cultura, la batalla no solo es la acción sangrienta, sino un conflicto que se desarrolla sobre bases jurídicas, con lugar y un fecha citada de antemano, y que muchas veces, el duelo judicial podía sustituir a la batalla propiamente dicha.

Los pueblos germanos no combatían como los celtas, de frente, gritando, en bloque y a lo bestia, sino que lo hacían con un orden determinado y siguiendo rituales y códigos de conducta. La batalla en sí misma no era comprendida como una carnicería, sino  un medio de determinar cuál de los dos adversarios defendía la causa más justa.

La decisión del juez supremo, del dios Tyr se manifestaba en la batalla, sin que la victoria dependiera para nada del valor o la pericia militar, sino sobre todo de la justicia de la causa que cada uno pone en la lid. Por eso muchas veces la cuestión se dirimía en combates individuales de los líderes o de los contendientes. Por esto es por lo que, en realidad, Tiwaz o Tyr debe ser considerado como el representante del aspecto jurídico de la soberanía.

La importancia de este dios en el panteón, aunque haya trascendido siempre en un segundo plano, debió ser tal que el plural de Tyr, tivar, se utiliza para designar el genérico de los dioses. Es por ello  por lo que debió ser considerado en su momento como el dios supremo. Y no solo eso, sino que etimológicamente el nombre de Tyr, además de ser el origen común de “Zeus”, como tal es el origen común de la palabra “Dios”.

En la Edda menor de Snorri Sturluson, se refiere a él como el más animosos y atrevido de los ases, del que depende la victoria en las batallas. Es el dios al que debían  invocar los guerreros en el combate,  y cuya runa, TEIWAZ, debían grabar sencilla en sus escudos, y doble en sus espadas. También se decía  que un hombre que se atrevía más que otros y no se echaba atrás, era valiente como Tyr.

Pero Tyr es sabio, añade la Edda, ya que de un hombre sabio se dice que es sabio como Tyr, y su runa triple es la que se graba en el Thing, lugar de reunión de las tribus donde dirimen sus desacuerdos y donde plantean sus tribunales de justicia.

Aunque no son muchas sus apariciones en las eddas y relatos que han trascendido, si que hay uno, en la Edda Menor, en  la que se narra cómo pierde la mano. La historia cuenta cómo para lograr encadenar al lobo Fenrir, que amenaza con devorar el mundo y producir el Rangarok, Odín  lo convence de que las cadenas que pretende ponerle en el cuello  son inocuas. Para demostrárselo, Tyr mete la mano entre sus fauces. Cuando Odín ciñe la cadena Gléipnir y estas se vuelven indestructibles, Fenrir, enfurecido, muerde la mano de Tyr. Así como Odín sacrifica un ojo para conseguir la sabiduría, Tyr sacrifica una mano para garantizar el orden del cosmos. Es quizá el precio que paga el dios garante del orden universal por transgredirlo, por prestarse al engaño. Ni los dioses están libres de pago. Hasta ellos están sujetos a las leyes universales.

Tyr posee una espada mágica, Tyrfing, la espada maldita. Cuando los dioses obligan a los enanos Dvalin y Durin a forjar con el oro sagrado del Rin los distintos objetos mágicos y se los reparten, a Tyr, como dios de la guerra y la batalla, así como de la justicia, le corresponde la espada Tyrfing, Esta espada poseía el poder de cortar como si fuese tela el acero y la roca, y no se oxidaba ni deterioraba jamás. Pero los enanos, enfurecidos contra los dioses por verse obligados a forjar las armas sagradas, maldijeron cada uno de los objetos que forjaron. En concreto, a esta espada le otorgaron el siniestro don de acabar con una vida cada vez que era desenvainada. También acabaría con la vida de su propietario si no se desenvainaba en una lucha justa. Así lo que en principio solo fue una maldición, en las manos del dios de la guerra justa, se convirtió en un don, mientras fuese él quien la esgrimiera. Así armado,  Tyr es uno de los pocos dioses que sobreviven al Ragnarok, según la profecía de la vidente, y el que devolverá la justicia al nuevo mundo que se creará después.
Al igual que Sowellu o Sól, Tyr es uno de los pocos dioses representados en las runas. La suya es Teywaz, la runa que representa la energía masculina y el principio activo dando como resultado el ansia de conquista. Teiwaz es la Runa de la valentía, la dedicación y la confianza absoluta en los propios recursos. Es la representación del guerrero espiritual, aquel que se guía por su código de rectitud y cuyo principal combate es contra si mismo.

domingo, 5 de junio de 2011

Los leones de al-Rassan

Pocas veces en mi vida he cogido una novela con tantas ganas como esta. Esto era debido a la  curiosidad que tenía por ver como había enfocado una especie de adaptación del mito del Cid uno de los autores que más respeto en la literatura fantástica.

El libro, con sus casi 500 páginas, prometía dar cumplida satisfacción, y nada más empezar a leerla, cuando me sumergí de lleno en su prosa rica, fluida y evocadora, empecé a relamerme como un gato goloso. Aquello parecía que no me iba a defraudar nada. Todo lo contrario.

Conforme avanzaba, el paisaje se desplegaba ante mí, y casi me parecía estar oliendo los perfumes embriagadores de los jardines de La Alhambra, o el aire seco y dulce de la estepa castellana, con los rastrojos recién segados. Porque Kay, aunque cambie el mapa, y cambie los nombres, sabe pintarnos de tal manera cualquier geografía que hace que cada rincón sea perfectamente reconocible.

Y en esas tierras de Al-Rassan, con una maestría que hace que cada palabra sea una pincelada en un retrato increíblemente vívido, los personajes se mueven solos, cobran vida propia, e interfieren unos con otros con unos diálogos magistrales, que te llegan muy adentro, haciendo que vivas cada sentimiento, cada emoción, y cada pensamiento. En especial los tres protagonistas, uno de cada una de las tres culturas que poblaban la península en aquella época y que el autor es capaz de recrear en un mundo en paralelo con una habilidad realmente increíble. Pero no solo ellos destacan del papel y cobran vida, sino que  cada uno de los seres que pueblan esta novela están vivos, son personas, perfectamente reales y creíbles.

La novela progresa, avanza bien, directa, con una trama argumental bien llevada. Compleja e interesante, da lugar a unas situaciones y unas escenas memorables. Te hace llorar, te hace reír, te emociona, porque Kay es un verdadero maestro a la hora de hacerte sentir en la piel de sus personajes.
Vamos avanzando, capítulo a capítulo. La trama se va desarrollando ante nuestros ojos, y se va complicando. Llegamos a la página 400, queda muy poco. Y te plantas. Frenas en seco. Piensas que no puede ser, que es una novela auto conclusiva, o por lo menos así te la han vendido. Pero piensas que en menos de 100 páginas esto no se resuelve. Eres lector avezado y sabes lo que es una novela y una trama argumental. Ni siquiera ha avanzado por el nudo, mucho menos se ha llegado al desenlace. Y las páginas se acaban, cada vez quedan menos. Continúas. Página 440. Hasta ahora has disfrutado de una de las mejores novelas que has leído en tu vida, sea del género que sea, y has pasado por un punto de un dramatismo increíble, que te ha tenido con el corazón en vilo. Se ha solventado de una forma demasiado convencional. Bueno, veremos qué pasa a continuación, como lo soluciona.

Sigues leyendo, y cuando acabas de leer las últimas 35 páginas, porque eso es lo que te queda de la novela te dices: no es posible. No me lo creo. Vuelves a leerlas, alucinando.

Y compruebas, con enorme desaliento, como un autor puede destrozar y cargarse una de sus mejores obras en tan poco tiempo. En esas 35 páginas, no hay novela, no hay libro, no hay narración. Solo hay una correlación de hechos sin sentido, contados de mala manera, para dar fin cuanto antes  a una gran obra que había cogido una magnitud quizá no deseada por el autor, pero indudablemente deseada por cualquier lector. Y del epílogo no hablo, casi lloro.

FICHA TÉCNICA
Título: LOS LEONES DE AL-RASSAN
Autor: GUY GABRIEL KAY
Editorial:  LA FACTORIA DE IDEAS
Páginas: 477
ISBN: 84-9800-464-9
Género: Novela / Fantasía Épica

domingo, 22 de mayo de 2011

El Anillo del Nibelungo. La tetralogía de Wagner


En esta segunda parte del artículo sobre Wagner y su Tetralogía del anillo del nibelungo voy a comentaros solamente las óperas en sí, brevemente, para que tengamos una idea del argumento y la historia que nos narran. Veréis en determinados momentos que hay palabras que enlazan  a fragmentos de las óperas. Espero que los fragmentos elegidos sean de vuestro agrado. prácticamente están las óperas al completo pero muy troceadas, porque amenazaros con 14 horas de gorgoritos alemanes (que es la duración completa de las cuatro piezas), por muy buenos que estos sean,  si no sois forofos del tema, es como exigir a alguien a quien no le gusta la fantasía épica que se lea “Canción de hielo y fuego”, los siete volúmenes seguidos (en el caso en el que estuvieran ya escritos): Por muy buena que nos parezca la obra, se atraganta a quien no es aficionado al género.

Como ya hemos comentado antes, Wagner es su propio libretista. Desde que descubre el manuscrito de la saga de Sigfrido en  una biblioteca, la historia le absorbe, le obsesiona, y al final acaba convirtiéndola en el mayor drama lírico de la historia de la música.


En el desarrollo de las cuatro óperas vamos a ver como la trama argumental, en algunos momentos, difiere de forma muy clara con la saga original. Wagner, gran conocedor de los antiguos cultos y admirador del trabajo que los hermanos Grimm estaban realizando para rescatar el folklore y la mitología germana, adapta diversos mitos y personajes, los modifica y los hace brillar en una historia más coherente y más  acorde al gusto romántico del momento.

Pero no solo es el mayor en cuanto a duración, sino en cuanto a complejidad y riqueza musical, ya que Wagner fue pionero en varios avances del lenguaje sinfónico, tales como un extremo cromatismo (asociado con el color orquestal) o el cambio rápido de los centros tonales, lo que influyó en el desarrollo de la Música clásica europea. En las cuatro óperas se mantiene el famoso acorde en mi bemol que va dando forma a cada uno de los “leivmotivs” de cada una de las óperas. Por desgracia, la parte musical no es lo mío. Si esperabais que lo comentara, lo siento, no puedo hacerlo, pero agradeceré cualquier aclaración  en ese campo. Todo aquel que quiera es libre de participar, y todo comentario será muy bienvenido.
 Vamos ya a resumir el argumento de las óperas una por una:

viernes, 20 de mayo de 2011

Todo lo que muere, de John Conolly

Hace poco tiempo, en OcioZero, lugar muy interesante para hablar de libros con muy buena gente, entré en un foro de novela negra. Siempre he sido muy aficionada al género, desde que en mi infancia, y de la mano de mi padre, descubrí a Sherlock Holmes, Lupin, Agatha Cristie, Raymond Chandler, Dashiell Hammett, y tantos otros. Uno de los habituales de este mentidero, gran lector de muchos géneros, me recomendó a este autor, que me era totalmente desconocido y decidí echarle un ojo.


La historia se divide fundamentalmente en dos partes. En la primera nos presenta al protagonista con continuos retrocesos en el tiempo que se nos presentan como recuerdos y lo enfrenta a una situación compleja que tiene bastantes puntos de interés, pero que se diluye en la trama general, que culmina en el final de la novela. En la segunda parte, aclarado ya el caso secundario, se centra en el caso más íntimo y personal del detective protagonista, pero lo hace sin mucho aliciente, pues las pistas para descubrir al asesino son tan evidentes que casi desde el primer cuarto de novela ya te imaginas quien es.

La novela está narrada con un estilo directo, ágil y sencillo que muchas veces peca de escueto. Esta característica que en algunos momentos se agradece porque aumenta el ritmo trepidante de algunas escenas, en otras se convierte en un grave inconveniente al hacer desaparecer cualquier carga emotiva o emocionante que convertiría una novela un tanto plana en una gran novela de acción. Hasta las escenas más truculentas quedan convertidas en un informe de lesiones, por lo que el impacto que podrían tener queda desdibujado y un poco deslucido.

Esto también es un gran inconveniente a la hora de tratar a los personajes, pues los pule tanto que salvo el protagonista, que tiene pequeños destellos de emoción, el resto quedan demasiado planos, y aunque hay un intento de profundizar en las emociones, esto se queda a un nivel tan descriptivo que hasta la escena de sexo parece la narración de una excursión, sin llegar a transmitir emoción de ningún tipo.

En realidad, esta novela ni me ha gustado ni me ha disgustado. Me ha dejado un tanto fría. Se lee con rapidez y facilidad, engancha sin problema, pero tampoco aporta nada nuevo, ni nada tan novedoso como para disculparle los fallos que me parece, la lastran demasiado.

En mi opinión es una lectura perfecta para alguien no muy habituado a la novela negra, que se acerca por primera vez a este género, por su ritmo y su estilo, pero para el lector más experimentado que busca una cierta profundidad, puede quedar un poco insuficiente, a no ser que busque una lectura sencilla y no muy trascendente para una tarde de piscina o de playa, ahora que viene el verano.