viernes, 26 de abril de 2019

MUJERES DE ROMA, de Isabel Barceló




Lo primero que voy a comentar es algo que lleva dándome vueltas a la cabeza desde que empecé a leer esta obra, y es lo difícil que se lo ha puesto Isabel a los libreros para colocar el libro en las estanterías. Ellos, tan amigos de clasificar los libros por géneros se van a encontrar con algo inclasificable. ¿Ensayo? Quizá. Isabel expone una visión de la Historia, pero no analiza conceptos históricos ni desvela ningún suceso concreto de la misma. ¿Novela? No, hay varios temas, numerosas historias, épocas, personajes… Vamos descartando. Vamos bien. No es una biografía, ni muchas siquiera, a pesar de que hable de personajes históricos. Tampoco es un libro de viajes. Aunque en sus páginas hay una magnífica guía de la ciudad de Roma, eché de menos un plano para situar a los personajes en la Ciudad Eterna. Así que si no es un ensayo ni una novela ni una biografía… ¿Cómo clasificar Mujeres de Roma? Quizá lo más acertado sea verla como una antología de relatos-crónica, protagonizados, como su título bien indica, por mujeres que nacieron, vivieron o murieron en la Caput Mundi. 

¿Por qué relatos-crónica? Porque Isabel nos narra, sin novelar, sin diálogos de los personajes, solo con su voz, característica y tan sugerente, escenas, momentos escogidos de la vida de mujeres, algunas importantes, otras no, cuyas vidas y vivencias se pueden evocar en las calles, plazas, esquinas o recovecos de la ciudad. Porque si hay alguna protagonista, algo que destaque y que nos aferre al libro, es la ciudad de Roma, desde su inicio y su fundación hasta las últimas épocas. Roma se muestra como el lugar atemporal en el que cuarenta y tres mujeres se hacen presentes y protagonizan esta antología de relatos, aunque no sean cuarenta y tres los relatos que se nos presentan como tales. Isabel, a través de su magnífica pluma, nos lleva y nos trae, nos enseña y nos oculta, jugando con las nieblas del tiempo, aquella escena, aquel instante de la vida de aquella mujer. Y nosotros, desde el primer momento, caemos presa de su embrujo, y como si fuera un fantasma, en este caso el de la Roma pasada, nos lleva a compartir ilusiones, dolor, rabia y tristeza con esas mujeres. 


Mas Isabel no se limita a relatar hechos y anécdotas. Recrea escenas que conmueven, porque se centra en mujeres que amaron y odiaron, fueron amadas y odiadas. Trata temas universales tales como el amor, el odio, la familia, el honor, las pérdidas dolorosas (bien sea Lucrecia perdiendo a su amado Alfonso, bien sea la madre de los Gracos llorando a sus hijos…), mujeres que sufrieron por ser mujeres y mujeres que marcan con su impronta las historias que se leen desde su perspectiva, porque Isabel empatiza de tal forma con sus personajes que estos se convierten en seres de carne que nos narran sus historias tan cerca que parecen hablarnos al oído. Nos atrapa. No nos deja caer ni un segundo, nos sumerge de lleno, y a pesar de que no hay diálogos ni hay personajes que hablen, cada uno de ellos toma forma, relieve, vida autónoma para mostrarnos lo ocurrido. O lo que Isabel, con toda su sapiencia histórica, que es mucha, cree que pudo haber pasado: al fin y al cabo, de eso trata la Historia. Hasta la misma Tarpeya se vuelve humana, normal y cotidiana en su desgracia y en su traición a la ciudad, a la sagrada Roma. 

Su prosa, elegante y culta, nos envuelve y nos hace disfrutar, no ya de lo que se cuenta, sino de cómo lo cuenta. La riqueza de su vocabulario se nutre de esa voz propia, aterciopelada, que te sumerge en lo que te está narrando y, como una segunda Sherezade, encadena un episodio con otro en dieciocho capítulos sin que decaiga ni un momento el interés. Hasta las seis de la mañana me tuvo a mí atrapada una noche en la que no pude parar de leer hasta que lo terminé. 

El libro no tiene anexos interesantes, y como he dicho antes, echo en falta ese mapa de la ciudad que me sitúe en ella a las mujeres de las que nos habla. Cómo quisiera, después de haberlo leído, poder pasear con él por esas calles y colinas y quizá, con suerte, encontrar ese suspiro y ese aroma de la mujer que por allí pasó. Lo que sí tiene, además del índice clásico, es un glosario de las mujeres nombradas y una cronología de los diferentes episodios. Muy útil para, una vez leído, releer una u otra historia. Porque es un libro que se relee, que se disfruta casi más en esa segunda vuelta, ocasional, esporádica y concreta que todos haremos más de una vez. 

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