Esta reseña la publiqué no hace mucho en la revista literaria Vísperas, donde ahora colaboro con algunas opiniones de los libros que leo.
Ficha técnica:
- Autor: Eva-Marie Liffner
- Idioma Original: Sueco
- Traductor: Carmen Montes Cano
- Tamaño: 14 x 22 cm.
- Encuadernación: Rústica
- Páginas: 320
- PVP: 19,50 euros
- ISBN: 978-84-15717-58-4
Sinopsis:
La protagonista de esta novela, la joven Esmé Olsen, trabaja
como limpiadora en el Instituto de Estudios Históricos de Copenhague y tiene
una gran vocación investigadora. Este espíritu le lleva a encontrar unos documentos
de los años previos a la Segunda Guerra Mundial que dan cuenta del hallazgo de
un cadáver en una turbera en la frontera entre Dinamarca y Alemania. El cuerpo
es el de un soldado de la guerra prusiano-danesa, en la que casi cinco mil
daneses murieron y tres mil quinientos fueron apresados por el ejército
prusiano. En 1938 tres hombres trataron de averiguar su identidad.
Esmé (su padre era fan absoluto de Salinger) se aventurará
en el pasado tratando de resolver un asesinato. Con ella recorreremos dos
momentos históricos buscando respuestas.
Opinión personal:
Esta novela, publicada en 2003 en
Suecia y que ahora nos trae la editorial Nórdica Libros, es una obra compleja y
confusa que va saltando por los tres espacios temporales que se citan en la
sinopsis de una forma un tanto aleatoria y que despista un tanto al lector.
Obra interesante y curiosa, que no acaba de enganchar debido sobre todo a los
personajes muy planos y muy poco dibujados. A pesar de ello podríamos
considerarla una obra interesante, muy bien documentada en una parte de la
historia muy ajena al público español y que debido a los nombres complejos
puede hacer que nos salgamos con excesiva frecuencia de la historia.
En cuanto al género, resulta un
poco complejo adjudicarle un término generalista. Podría ser considerada una
novela histórica, ya que el hecho histórico, mejor dicho, los dos hechos
históricos (la muerte del soldado en el siglo XIX y el hallazgo de su cadáver
en el XX) son determinantes para su desarrollo y sin ellos la historia no tiene
sentido. Pero por otro lado, estamos claramente ante una novela de intriga, en
la que la resolución de un misterio genera una gran aventura para la
protagonista.
Las ideas que nos pretende
transmitir la autora en las 312 páginas que tiene la novela no quedan nada
claras. No podemos decir que trate de transmitirnos su opinión ni la de los
personajes sobre la Historia, ni sobre ninguna cuestión moral o ética. No se
aprecia fuente de reflexión en ninguno de los diferentes ámbitos en los que se
mueven los personajes. A ese nivel la novela queda plana y en algunos momentos
confusa.
Por otro lado, el enfoque
original y el momento histórico casi desconocido hacen que el atractivo de la
obra se refuerce bastante, ya que el argumento está muy poco visto y se sale
bastante de los cánones habituales tanto en novela histórica como en novela de
intriga. La complejidad de las tres historias hace que en algunos momentos sea
fácil perder el hilo si no se está muy centrado durante su lectura, cosa que
puede atraer a quien busca una novela diferente, fuera de parámetros generales.
Los personajes quizá sea una de
las cosas que más flojean de la novela, ya que nos muestra recortables bastante
planos, puros vehículos utilizados para contar la historia, pero sin alma ni
trasfondo. Sí que ha sabido crearles una historia más o menos creíble a cada
uno de ellos, sobre todo a la protagonista principal, Esmé, pero no ha sabido,
a partir de ahí, darles un relieve que los haga creíbles, que veamos en ellos a
personas reales a las que les está pasando una historia.
Sin verse graves incoherencias en
ninguno de ellos, ni pensamientos modernos en los periodos históricos que
trata, no acaban de cuajar quizá por el tratamiento superficial que se le da a
cada uno de ellos y que parte de la complejidad de la estructura, al meter tres
historias como si de una muñeca rusa se tratara. Esto es una de las cosas que
más fallan de la novela junto con los personajes. Durante toda la lectura se
tiene la sensación de que avanza a trompicones, con exceso de detalles y
descripciones en algunos momentos y falta de ellos en otros. No hay una fluidez
y siempre el paso de una época histórica a otra resulta confuso y poco
armónico. El continuo ir y venir de una historia a otra, con retrocesos en las
mismas para contarnos lo que ya nos ha contado, hace que el lector tenga
continuamente la sensación de que no se avanza, sobre todo al principio de la
novela. El hecho de que los capítulos sean totalmente irregulares en cuanto a
la extensión y en cuanto a la narración contribuye a crear ese ritmo irregular
y ese desarrollo a golpes que puede llegar a molestar al lector. Tan pronto nos
acaba de meter en una escena como la corta en seco, nos cambia de época para
trasladarnos cien años atrás y no nos da tiempo a ubicarnos en un lugar que nos
es ajeno, con nombres complejos que cuesta retener y una historia que se va
desgranando a golpes y unos personajes que apenas se nos quedan en la memoria.
Respecto a la coherencia, no hay
incongruencias graves y la obra muestra una buena documentación, pero el hecho
de que no haya un cambio de registro acusado de acuerdo a cada personaje, sino
que todos tengan la misma voz, contribuye a hacer el recorrido por la novela un
tanto monótono y confuso.
Quizá sea debido a esto que la obra carece de tensión a pesar de que tenía todos los ingredientes en la historia para que fuese una novela de intriga interesante, pero la autora no consigue que el ritmo de todo lo que podía de si y muchas veces vemos como se atasca en el aburrimiento. No ha sido capaz, a pesar de la historia interesante, de transmitirnos intriga, curiosidad o empatía por los personajes.
Si tenemos en cuenta que está
narrada en primera persona, y oscila en exceso entre el pasado y el presente tenemos
algo que va a añadir confusión a la narración, pues a veces no sabes en que
tiempo te hallas. Respecto al registro, utiliza una prosa cuidada pero plana,
con un estilo en el que se nota mucho su profesión de periodista por la
concreción, aunque a veces parece que la propia autora se dé cuenta de ello e
intenta desarrollar algunas frases con más cuidado y mimo, cosa que se agradece
y muestra que, cuidando un poco más su estilo y recreándose en la prosa podría
tenerla buena y cuidada. Pero el hecho de que estas frases sean ocasionales y
no en los lugares más adecuados desconcierta un tanto al lector.
Por lo tanto, podemos decir que
nos hallamos ante un estilo parco, periodístico, casi telegráfico en ocasiones
que no ayuda nada a meternos en la novela, salvo esas pequeñas pinceladas de
prosa un poco más cuidada que ya he comentado. Esto se ve agravado por unos
diálogos que tienen el problema de que la autora utiliza la misma voz para
todos los personajes, por lo que no destaca ninguno, sino que convierte la
narración en algo monocorde.
Otro problema que nos encontramos
a veces es una traducción un poco deficiente en contados momentos, con giros
que no se expresan bien en nuestro idioma, como por ejemplo: «Sobre el lavabo está
colgado el único espejo que poseo, un poco alto de más para los ciento
cincuenta y dos centímetros que mido…». Sé que el sueco es un idioma muy
complejo y traducirlo debe ser un trabajo ímprobo, pero por eso un corrector
debería revisar el estilo y evitar estas expresiones que, si bien pueden ser
correctas, no son de uso habitual y sacan al lector de la lectura con mucha
facilidad.
Podemos decir que la novela nos
cuenta tres historias fascinantes, las tres encadenadas e introducidas unas
dentro de otras como una muñeca rusa, una historia dentro de otra que posee
otra en su interior. A ese nivel, estamos ante un argumento novedoso, curioso,
que atrae al lector aficionado a la novela histórica y a la novela de intriga.
Ese es quizá su punto más positivo ya que puede despertar la curiosidad del
lector con facilidad. Pero siempre de un lector habituado a tramas complejas
que saltan con rapidez y frecuencia de una escena a otra, que no se pierda con
facilidad con nombres raros y que guste de detalles históricos muy concretos.
Un lector poco habituado puede encontrarla compleja y muy farragosa, pues a
pesar del estilo sencillo y la prosa parca, el ritmo resulta confuso.
Con esta novela, Eva-Marie Liffner obtuvo el premio Wettergrens Bokollon 2003. Además, fue nominada para el Augustpriset 2003, el Sveriges Radios Romanpris 2003 y el Svenska Deckarakademins pris 2003.
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