Hoy hace 147 años que nació Joseph Rudyard
Kipling.
Hoy quiero dedicarle este pequeño homenaje,
porque lleva cuarenta años acompañándome, no solo con sus novelas y cuentos,
magníficos todos ellos, sino con el poema que más me ha marcado, de los muchos
que he leído en esta vida, desde que lo hice,
a los 7 años. Encabezaba la marcha triunfal de las doce mejores novelas de
aventuras que se ofrecían a mis ávidos ojos infantiles en dos tomazos
lujosamente encuadernados, y aunque tardé años en apreciarlo en todo lo que
valía, sus versos se me grabaron a fuego en el corazón.
Me ha hecho pensar mucho, me ha hecho
sentirme mejor a veces, y a veces peor, pero siempre ha estado ahí. Siempre,
porque como me dijo una vez un gran amigo, cuando se lo di a conocer, este
poema es:
«Un recordatorio, para cuando las fuerzas
merman y la voluntad flaquea. A veces hay que mirar atrás, para seguir mirando
adelante.»
Si…
Si puedes estar firme cuando a tu
alrededor
todo el mundo se ofusca y tacha tu
entereza;
si cuando dudan todos, fías en tu valor,
y al mismo tiempo sabes excusar su
flaqueza.
Si puedes esperar y a tu afán poner
brida,
o blanco de mentiras esgrimir la verdad,
o siendo odiado, al odio no dejarle
cabida,
y ni ensalzas tu juicio, ni ostentas tu
bondad.
Si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey;
si piensas, y el pensar no mengua tus
ardores;
si el triunfo y el desastre no te
imponen su ley
y los tratas lo mismo, como a dos
impostores.
Si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados
o mirar hecha trizas tu adorada quimera,
y tornar a forjarla con útiles mellados.
Si todas tus ganancias poniendo en un
montón
las arriesgas osado en un golpe de azar,
y las pierdes, y luego, con bravo
corazón
sin hablar de tus pérdidas, vuelves a
comenzar.
Si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo
tirante,
para emplearlos cuando en ti todo
flaquea,
menos la voluntad, que te dice:
¡adelante!
Si entre las turbas das a la virtud
abrigo;
Si marchando con reyes, del orgullo has
triunfado;
Si no pueden herirte ni amigo ni enemigo
Si eres bueno con todos, pero no
demasiado.
Y si puedes llenar los preciosos minutos
de sesenta segundos de combate bravío,
tuya es la tierra y todos sus codiciados
frutos,
y lo que más importa: ¡serás hombre,
hijo mío!
J. Rudyard Kipling
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