jueves, 21 de julio de 2011

ODIN

En otro artículo anterior comentaba la dualidad que encontramos en la religión escandinava respecto a los dioses principales del panteón, representada por Tyr y Odín. En él hablaba de Tyr. Ahora es el momento de hacerlo de Odín.

Como decía en el artículo sobre mitología germana, Odín, hijo de gigantes,junto con sus hermanos Vili y Ve mata a Ymir, su antepasado. Con su cuerpo dan forma al universo y a las distintas razas que lo pueblan. Pero su importancia no es solo la de ser el artífice de la creación. Muchas veces se intenta analizar la mitología nórdica y sobre todo a Odín asimilándola a la griega y a Zeus, pero es un gran error. No hay nada peor para intentar entenderla, ya que estas dos mitologías, aunque tengan un origen indoeuropeo común, se asientan en dos culturas muy diferentes.

Odín comparte soberanía con Tyr, mientras que Zeus reina solo. Es al cabo de los años, al extenderse por Europa el cristianismo y con él la cultura mediterránea, cuando la mitología escandinava se centraliza en un dios supremo con el resto de las deidades superditadas a él. Pero para ello tenían que pasar más de dos mil años desde sus orígenes, en los que la mitología nórdica pervive autónoma y fuerte en las remotas tierras del norte
Otra diferencia básica y fundamental son sus atribuciones. Así como Zeus es el señor del cielo, de las tormentas y el rayo, Odín tiene unas atribuciones muy superiores, ya que él es a la vez una deidad dual. Por un lado, como Odín se nos presenta una deidad culta, sabia. Es el señor de la magia, de la sabiduría, del conocimiento. Es el chamán supremo que enseña a los hombres. Por otro lado tenemos a Wotan, el furor. Es el dios irracional, la furia de la batalla, el fin que justifica los medios para fortalecer su poder. Es el dios que, armado con su lanza, se inmiscuye en las batallas para matar el mismo a los héroes elegidos para que formen parte de los Einherjer. Adiestrados una vez muertos su función es, durante el Ragnarok, ayudar a los dioses contra las fuerzas que se les oponen. Son los guerreros que, muertos honorablemente en el campo de batalla, son seleccionados por las valkirias para ser llevados al Valhala, la mitad de ellos para luchar bajo el mando de Odín, la otra mitad para luchar bajo las órdenes de Freyja, diosa de la guerra, el “alter ego” femenino del dios.

Pero Odin, considerado el dios supremo, no lo es en realidad. No manda nada, no es el rey. Es el primero de los dioses por su inteligencia y su sabiduría, pero está sujeto a las normas que Tyr se compromete a hacer cumplir, a unas leyes cósmicas de justicia que se basan en el honor y la rectitud, en el camino del guerrero espiritual que busca el fin más justo.

Esta dualidad de Odín, por un lado con Tyr  en el mando supremo del panteón, y por otro con Freyja, en cuanto a poder y sabiduría, es una de las claves básicas que tenemos que tener en cuenta para entender la mitología germana y sobre todo el papel de Odín en ella.

Bajo la atribución de Odín, el dios aprende de Freyja la magia seid, proveniente de los vanes. Esta magia basada en la manipulación de los objetos, y el conocimiento de las hierbas, y los rituales, está relacionada con el otro mundo, y es la que permite despertar a los muertos para obtener la sabiduría oculta o averiguar el porvenir. Así mismo, inspirado por la sabiduría que le transmite la diosa de la magia, Odín, para alcanzar el conocimiento, se cuelga del fresno Ygdrasil, sacrificando su vida durante nueve días y nueve noches. Así obtiene los secretos de la magia Galdr, que se alcanza a través de las “palabras de poder” o canciones de poder. Para articularlas crea las runas, la forma de transcribirlas y a la vez, aunando sus conocimientos de ambos tipos de magia, poder discernir el futuro para aconsejar el camino correcto a tomar. Estas palabras de poder, transcritas en las runas, tienen diversas atribuciones tanto de protección como de invocación, pero además conforman el llamado camino del guerrero espiritual.

Respecto a la sabiduría de la experiencia y del pasado, esta se halla en poder de la sagrada cabeza del gigante Mimir, dueño del tiempo, que habita en una de las tres fuentes que nutren las raíces del fresno sagrado. Para conseguirla, Odín ha de pagar un tributo, y es el sacrificio de su ojo, pues cuando pierde una visión al depositarlo en la fuente, gana otra. Es por eso que es conocido como el dios tuerto, aquel que con solo un ojo ve más que el resto con dos. También fue el que trajo en su buche, transformado en águila,  la hidromiel sagrada de los enanos que da la inspiración a los poetas y que, al ser  depositada en la caldera Odroerir, no se acaba jamás.

Es también bajo este aspecto que Odín se nos muestra como un dios que, en muchas ocasiones, da amparo, cobijo y aliento al dios marrullero por excelencia, a Loki, dios del fuego y que tras el asesinato de su hijo Balder se convierte en su peor enemigo. Pero antes ha sido su compañero de aventuras, embrollos y engaños. Estos son dirigidos muchas veces contra otros dioses, otras contra los humanos, a los que mata para agregarlos a su ejército de héroes y las más de las veces contra gigantes y enanos, para claramente, apropiarse de sus tesoros o sus propiedades. Odín es un transformista, capaz de alterar su forma a su gusto, pero se narra que le gusta viajar y conocer el mundo como un viejo tuerto, con larga túnica y barba gris. Usa un sombrero picudo azul oscuro de ala ancha y un abrigo azul oscuro. Con su lanza Gungir a modo de báculo, actúa en el mundo de los hombres como instigador de conflictos, lo que logra con tan solo arrojarla entre dos personas.

La otra faceta del dios, la más temible, aparece bajo el nombre de Wotan, nombre que significa “furor”. Bajo ella es el señor de los Berseker, los guerreros dominados por la furia de la batalla, a la que acuden desnudos, solo cubiertos con pieles de oso o de lobo. En ella muestran una furia asesina que no se detiene ante nada ni ante nadie, y con la cual son capaces de sentirse invulnerables al dolor y a las heridas. Estos guerreros, salvajes e imprevisibles, son practicantes de la magia galdr y es al utilizar las palabras de poder, las runas, combinadas con un brebaje especial, cuando caen es ese estado de frenesí asesino. Este grupo de adoradores de Odín, son los que en los pueblos germanos orientales, del otro lado del Rin, han dado lugar al mito del hombre lobo, que luego ha degenerado en el que hoy conocemos.

En su aspecto guerrero, comanda sobre su caballo de ocho patas, Sleipnir, la Asgardreid, la cacería salvaje, al frente de sus guerreros muertos, manifestándose en la noche por un gran ruido de cascos y relinchos. En ella participa acompañado por su esposa Frigg y sus dos lobos Geri y Freki. Y pobre de aquel incauto que se la tropieza, pues se ve incorporado a ella para nunca más regresar al mundo de los vivos

Odín está casado con 3 mujeres. Cada una de ellas simboliza una parte de la tierra:

  • ·       Frigg, la reina de los Ases,  diosa del hogar, la fertilidad y el amor. Conoce el futuro de todos los seres, pero no lo cuenta a nadie. Simbolizaba la tierra cultivada. Con ella tuvo tres hijos:  

o   Báldr, (también llamado Balder o Baldur) el resplandeciente, muerto por las arteras insidias de Loki,
o   Hodr, el enigmático dios ciego que sin pretenderlo mata a su hermano Báldr
o    Hermodr, el ardiente en el combate, que tras la muerte de su hermano Báldr monta a Sleipnir y desciende a los infiernos para rogar a la diosa Hela que lo libere
  • ·         Jörd, la Vanir, que fue esposa y hermana de Njord, y con él, madre de los gemelos sagrados Freyr y Freyja. Esta diosa simbolizaba la tierra primigenia y salvaje, virgen de la huella humana. Con ella tuvo dos hijos:

o    Thor, dios del trueno y la fuerza bruta
o    Meili, dios desconocido del que lo único que se sabe es que existe.
  • ·         Ring, la giganta de la escarcha.  Simbolizaba a la tierra invernal y helada. Con ella tuvo a Vali, llamado a vengar la muerte de su hermano Baldr. Es el dios de los arqueros, señor de la luz eterna, llamado también Liosberi, el portador de la luz.

Odín, además de su caballo de ocho patas Sleipnir, y de sus dos lobos, va siempre acompañado de dos cuervos, Hugin y Munin, Pensamiento y Memoria, que ven todo lo que sucede y se lo transmiten para que lo conozca. Odín posee numerosos objetos mágicos “requisados” a los enanos o fabricados expresamente para él por ellos. Entre ellos está la lanza Gungir, que nunca falla en el blanco y con la que desencadena guerras y conflictos,  y el anillo mágico Draupnir, que cada nueve noches produce otros nueve anillos iguales a él, salvo en la capacidad de reproducirse.

sábado, 2 de julio de 2011

EL CÍRCULO DE KRISKY, de Miguel Puente

Dependiendo de cómo salga del berenjenal en el que me haya metido por su culpa, considero que la curiosidad es uno de mis mayores defectos, o la más grande de mis virtudes. Ayer me empujó a pasarme por la presentación en Valencia de un par de libros del llamado “género fosco”. Este tipo de literatura, definida, por lo que entendí, como un tipo de fantasía oscura, gusta de jugar con el terror, nuestras fobias y nuestras angustias.

No sé si es debido a los muchos cuentos de muertos resucitados, ánimas en pena, brujas, maldiciones, sucesos extraños y conductas aviesas del personal más variopinto, oídos durante mi infancia al calor y única iluminación de una chimenea vieja, o a que la lectura con ocho años de Poe y Lovercraft me curó de espantos, pero lo cierto es que en casi 40 años que llevo leyendo cuanta historia de fantasía cae en mis manos, no he encontrado ningún relato o novela que me estremezca o haya hecho que me sobresalte ante algún ruido. Debido a esa incapacidad para causar emoción en mí,  no suelo interesarme mucho por la novela llamada  “de miedo” o “de terror”. No le encuentro más aliciente que el de la calidad literaria que pueda tener, pues normalmente suelo encontrarlas previsibles y poco interesantes.

Uno de los libros de los que se habló,  El círculo de Krisky, es una  antología de relatos. Esto no es algo que me entusiasme demasiado, pues los cuentos me parecen eso, cuentos, siempre demasiado cortos. A pesar de ser otro punto en su contra decidí probar suerte cuando un amigo me señaló un valor que lo hacía muy atractivo a mis ojos: los relatos tenían bases mitológicas. Mitología: la palabra que, junto a “Fantasía” e “Historia”, hace que se disparen todas las alarmas en mi mente y me sienta atraída por una narración como por un imán.

Así que lo compré, y esta mañana, mientras me tomaba el café he pasado una hora muy agradable enfrascada en su lectura. Pensaba leer un relato o dos mientras desayunaba y cuando me he dado cuenta se habían terminado las páginas. Eso es buena señal, desde luego.

El libro se compone de ocho relatos muy armónicos en su temática y en su estructura, que si bien no me han hecho pasar miedo, ni siquiera un poco de inquietud, sí que me han parecido historias interesantes bastante bien escritas y bien desarrolladas. Tienen la duración adecuada a cada una. Unas son muy cortas, pero sin tener apariencia de estar resumidas. Otras se alargan bastante más, sin que les sobre paja de relleno. Pero todas, con independencia del tema, el estilo o la duración, han conseguido lo mismo: que acabe de leerlos con una sonrisa de complicidad con el autor.

El primero de ellos, Los siete cuervos, está basado en un cuento popular, no muy difundido, que yo conocí en mi infancia como el de “Los siete hermanos cisnes”. El autor coge la historia, la sitúa en Galicia, y la viste con una exquisita ambientación de mitología celta-galaica que  a mí personalmente me ha hecho disfrutar mucho. Me ha parecido delicioso.

El segundo, Una duda razonable, es un cuento muy corto que tiene su punto de sorpresa gamberra y me dejó con la grata sensación de que se trata de un guiño a Poe.

En Psicosomático, quizá de los que  menos me han gustado, la enfermedad mental se mezcla con otras culturas con un resultado inquietante y muy interesante. La forma en que trata la somatización de los problemas mentales es cuanto menos curiosa, pero creo que el final podría haber sido mejor elaborado.

El hombre sin nombre hunde sus raíces en la civilización del creciente fértil. Algún fleco suelto en una historia bastante elaborada hace que este relato no sea lo redondo que podría haber sido. Es una pena, pues tiene elementos suficientes para convertirse en uno de los mejores relatos de la antología.

Sombra, otro de los más breves, hace buena la máxima de “menos es más” y se convierte en uno de los mejores para mi gusto. Inquietante y con un sabor que me ha recordado a King, en sus cuatro páginas condensa sentimientos y emociones muy diversas.

El extraño caso de Elías Fosco es, para mi gusto, el mejor de todos. Ambientado en la Galicia de la transición, con un fondo de mitología, cultura, o superstición (como se le quiera llamar) de la tierra natal del autor, le da otra vuelta de tuerca a la llamada “novela negra” concentrándola en un cuento interesante y muy especial. Lástima algún desliz tonto que lo afea un poquito,  pero que no afecta a la historia.


La cabeza de Dick pone el contrapunto humorístico que sirve para descargar la tensión acumulada tras el relato anterior. Historia simpática y un poco traviesa, nos vuelve a demostrar que este autor se maneja muy bien en las distancias cortas.

El círculo de Krisky es el relato que da nombre y cierra la antología. Basado en las cadenas de mensajes que recibimos todos en nuestros correos con desesperante asiduidad, las mezcla con extraordinaria habilidad con el folklore centroeuropeo, creando un relato capaz de despertar cierta ansiedad, para culminar en un final interesante.

En resumen, este libro me ha gustado bastante, más de lo que me esperaba. Solo algún pero ensombrece el buen sabor que me ha dejado.

Comentarios sobre la edición: un error de maquetación (creo, que yo de eso no entiendo) en una página llama bastante la atención.

Comentarios sobre el autor: algún desliz involuntario y cierta tendencia a perderse en frases largas (un par de veces en todo el libro) son las únicas pegas que podría encontrarle buscando mucho.

Ficha Técnica
Título: EL CIRCULO DE KRISKY
Autor: MIGUEL PUENTE MOLINS
Editorial:  AJEC
Páginas: 167
ISBN: 84-15156-22-2
Género: Antología de relatos.