martes, 27 de mayo de 2014

EL CAMINO DE HIERRO, de Juan González Solano




Datos técnicos

           Título: El camino de hierro
           Autor: Juan González Solano
           Nº de Páginas: 384
           Género: Novela histórica
           Idioma original: Castellano
           Publicación: 09/04/2014


Sinopsis
 Igual que un paisaje de férreas vías alargándose kilómetros en el horizonte, se vislumbra el éxito de José de Salamanca, quien decide apostar por el ferrocarril, un proyecto que lo convertirá en uno de los empresarios más importantes de la historia de España.

José es un hombre arriesgado en los negocios y en los sentimientos, pero mucho más afortunado en lo primero que en lo segundo. Después de haber perdido a su gran amor, Mariana Pineda, Salamanca se mueve entre la familia y su intensa vida galante, al tiempo que pone en marcha su gran empresa: la construcción de las principales líneas de ferrocarril de España, en especial la de Madrid a Aranjuez, que harán posible la modernización industrial y que, poco después, él mismo tendrá que usar para huir tras la revolución de Vicálvaro contra Isabel II. Su astucia y su voluntad lo llevarán a triunfar en Europa y América, a ser nombrado marqués de Salamanca y conde de los Llanos y a disfrutar de una vida de esplendor. Sin embargo, años después, tanto la inestabilidad política como la crisis económica que asoló España harán que su suerte cambie drásticamente, a pesar de lo cual no renunciará a su último gran sueño, dando su vida y su fortuna por su causa: la construcción del barrio de Salamanca, en el corazón de Madrid.

El camino de hierro es la historia del marqués de Salamanca, pero también un relato sobre la profunda transformación de España y Europa a mediados del siglo XIX, así como una crónica sobre la construcción del Madrid moderno y un ejemplo de la feroz lucha de un hombre por sus ideales.

Opinión personal
Estamos ante una novela biográfica o, como se quiera llamar —que tanto monta, monta tanto—, una biografía novelada de la vida del inteligente y visionario Marqués de Salamanca. No soy muy amiga de crónicas noveladas ni de novelas que tienen más de crónica que de novela, pero he de decir que esta me ha gustado, y mucho.

Esta obra nos cuenta la azarosa vida de un hombre, hijo de un comerciante que a base de visión comercial, inteligencia y osadía, alcanza gran riqueza, el título de marqués y el de Grande de España. El argumento está bien hilado, bien desarrollado, sin gazapos, centrado exclusivamente en el marqués, en contarnos su vida, obra y milagros, pero también, a través de ellos, nos desgrana con habilidad la truculenta vida de la villa y corte de los años centrales de ese siglo tan complicado que fue el XIX, tanto a nivel político, social y económico. La trama se centra en el personaje, es cierto, pero a través de él tenemos una amplia visión de la mezquindad, la ineptitud, la envidia, el oportunismo y todas aquellas cualidades que podemos encontrar en las clases altas de la época. Quizá su visión sea muy ingenua con respecto al protagonista, pero esa ingenuidad es también la que le da cierta frescura y ligereza que se agradece mucho, cuando piensas que de aquellos polvos vienen muchos, quizá demasiados, de los lodos que padecemos hoy día.

Pero no es eso en lo que voy a incidir, las cuestiones históricas se las dejo a los historiadores, que verán mejor que yo si refleja con acierto o no los hechos históricos. Yo me suelo centrar en la valoración literaria de la obra, pues creo que, aparte de ser histórica, toda novela es una obra literaria y esto es lo que debe primar ante todo.  

Yo me defino, sobre todo, como lectora de personajes y cuando leo por placer, como es el caso, estos son los que suelen determinar mi opinión de la novela.

En este aspecto, el autor, como ya he comentado, se centra en la vida del marqués, al que trata con una cierta benevolencia, y neutralidad, lo que hace que quede un tanto desdibujado. Notamos que vemos lo que el autor quiere que veamos de su personaje. Pero a pesar de ello, tiene una habilidad especial para presentárnoslo como un hombre de su siglo y, actitudes que hoy en día no serían aceptables, sabe hacer que las veamos como algo natural e incluso bien visto, como lo era en la época que le tocó vivir al marqués. Es muy coherente y sabe hacer que las actitudes y las conversaciones sean creíbles, y a pesar de presentarnos los rasgos más superficiales, sabe hacérnoslo ver siempre como una persona de carne y hueso, alguien real que vivó esas situaciones.

El autor sabe tratar bien a los personajes, aunque ninguno nos enamore, ninguno nos seduzca o nos repela, todos parecen tener la misma pátina que la fotografía que con gran acierto aparece en la portada, pero a pesar de ello, a pesar de ese distanciamiento que le da el toque de crónica, Juan González sabe crearlos vivos y reales, únicos y con personalidad propia. Por suerte, y ese es uno de los grandes aciertos de la novela, ha sabido huir de los recortables, de las sombras chinescas utilizadas para contarnos un trozo de historia —por desgracia algo muy habitual en este género—, para hacer que sean personas de carne y hueso, aunque no las conozcamos en profundidad, las que aparecen en la novela. Sin embargo, el personaje de María Buschental, esposa de su amigo José de Buschental, es quizá el más vivo e impactante de la obra y sabe seducirnos igual que al marqués.   

Y ahí entra otro de los grandes factores que tiene la novela a su favor: cómo nos está contando esta historia. Vale que sea una crónica, una biografía novelada, que los personajes, salvo excepciones, son tratados de forma superficial aunque tengan volumen; pero el hecho de utilizar el narrador omnisciente, aunque focalizado en el marqués, le da un punto de vista mucho más ágil que si hubiera tratado de contarnos las memorias de su personaje. El autor utiliza una prosa elegante, culta y sobre todo muy amena, con un estilo ágil y directo que facilita la lectura y engancha con facilidad. Es una novela agradable de leer, muy bien escrita, y nos sumerge con rapidez en el ambiente, dejando que nos deslicemos por sus páginas con la cadencia de un vals, música que sin duda sonaba en cualquiera de los muchos bailes y fiestas de la alta sociedad madrileña que se nos describen, sin mucho detalle, cierto, pues no es novela dada a descripciones extensas, ni de gentes ni de lugares, solo lo imprescindible para situar al lector. A pesar de ello, el ambiente se respira, nos envuelve y acoge como el perfume de la primavera.

Sin embargo, la estructura no es uno de sus puntos fuertes pues a veces acelera demasiado y omite situaciones y partes de la vida del marqués, sobre las que pasa de corrido y un tanto de puntillas, para recrearse con excesivo detenimiento en otras, creando unas pérdidas de tensión que hacen que el ritmo se vuelva irregular y se entorpezca en algunos momentos. Una planificación más detallada o quizá no recortar escenas para disminuir la longitud de la obra habrían unificado más la narración.

A pesar de ello, estamos ante una estupenda novela, interesante y amena, con unos diálogos muy buenos, ricos y creíbles, con grandes dosis de ironía, en absoluto forzados, que he disfrutado mucho, y que, en parte, me ha reconciliado con este género. El autor ha sido capaz de demostrar que se puede escribir una biografía o una crónica novelada de una forma amena, interesante y con indudable calidad literaria.

Solo un fallo he detectado en toda la novela en cuanto a estilo y prosa del autor, y que se le ha escapado al corrector: el uso de la expresión «…iba dos veces "en" semana…» en lugar de las formas correctas «…iba dos veces por semana…» o «…iba dos veces a la semana…». Por lo demás, una obra verdaderamente impecable, con una edición de las que, por desgracia, no es fácil encontrar hoy día.

Seguiremos los pasos de este escritor y esperemos que siga dándonos nuevas obras con las que disfrutar.


El autor
Juan González Solano (Puente Genil, Córdoba, 1949), es economista por la Universidad de Málaga y reside en Madrid. Su vida profesional ha estado siempre vinculada al mundo de las finanzas y de la Bolsa. Ha trabajado en varias entidades financieras y empresas multinacionales, estuvo becado en la embajada española en Caracas y también ha sido empresario. El camino de hierro es su primera novela.

lunes, 12 de mayo de 2014

UN APUNTE SOBRE BELTANE Y LA NOCHE DE VALPURGIS.






Recientemente ha sido el 1 de mayo, fecha celebrada en muchas partes con fiestas dedicadas a la primavera, la fertilidad y al renacimiento. Yo quiero traer mis conocimientos sobre los dos antiguos ritos que se celebraban en esas fechas, Beltane y Valpurgis.

BELTANE: 
Fiesta celta de la primavera que festejaba la llegada del calor, el fin del invierno. Era un ritual de fertilidad en el que se fecundaba la tierra y a las mujeres para que dieran sus frutos. Se encendían hogueras en honor de Belenos y se hacía pasar entre ellas a los animales para que el dios los hiciera fértiles y los defendiera de la plaga. También, en Irlanda y Gales y algunas zonas de Inglaterra y Escocia, el rey o señor guerrero de la zona y la sacerdotisa de la diosa Danna yacían en el campo al aire libre, para que la tierra fuera fecunda y las cosechas prósperas. De hecho, era una noche en la que todo el mundo mantenía relaciones sexuales para propiciar la prosperidad. En muchas zonas, la sacerdotisa de la diosa Danna era sustituida por la representación de la tierra virgen lista para ser fecundada y era una doncella elegida entre las jóvenes y coronada de flores la que pasaba a ser la doncella de la primavera y la que yacía con el jefe de la zona. 

VALPURGIS: en las mismas fechas más o menos (pensad que en esas latitudes la primavera climatológica bien poco tiene que ver con la del calendario) los pueblos germanos y escandinavos, que tenían un fondo mitológico común, celebraban su propia fiesta de la fertilidad en honor de Freyja o Valfreyja, diosa de la fertilidad, la lujuria, la magia, señora de las valquirias, diosa de la guerra, la que se llevaba la mitad de los guerreros muertos en combate. Sus ritos también consistían en celebraciones sexuales y en hogueras, pues ella era llamada la brillante y cuenta la mitología que tres veces intentaron quemarla los ases y no lo consiguieron.

Con la llegada del cristianismo se demonizó la diosa y pasó a ser la reina de las brujas, la que reúne a sus acólitas en torno a ella. Las damas de Freyja pasan de valquirias a brujas y de montar en caballos a montar en escobas, de llevarse a los guerreros muertos al Valhalla a llevarse a los niños al infierno. Así mismo, los gatos de Freyja pasan de tirar de su carro a ser compañeros de brujas. Y la noche de Valpurgis pasa de ser fiesta de fertilidad, de fuego y de renacer a ser aquelarre de brujas por obra y gracia de la iglesia católica.

Debemos tener en cuenta que la religión germano-escandinava era una amenaza real para la católica, mientras que la celta hacía tiempo que había desaparecido bajo la bota romana salvo en ciertos reductos de lo que hoy es el Reino Unido, donde se mantenía más como cultura y mitos que como religión en sí.


Los ritos de primavera son muy parecidos en todas las religiones y mitologías antiguas, ya que hablamos de pueblos eminentemente agrícolas que lo que pretendían, con el renacer de la vida tras el invierno, era tener buenas cosechas, buenos ganados y muchos hijos que trabajaran los campos con sus padres para tener buenas cosechas y no pasar hambre. Por eso son tan similares las festividades de Beltane y Valpurgis, pero son dos festividades diferentes en honor de dioses diferentes, y propias de religiones diferentes, aunque se realicen con el mismo motivo. No es la misma celebración, aunque lo parezca.