domingo, 14 de febrero de 2021

COSAS QUE PASAN EN LA FRONTERA, de So Blonde y Olga Artigas Ballesta


El viernes recibí este libro curioso por gentileza de su autora, So blonde. Es uno de esos libros que vale la pena tener en formato físico: encuadernado en tapa dura, con una edición extraordinaria, ilustraciones a todo color... 


A So Blonde la conocí a través de las redes sociales, y cuando supe que había escrito unos libros de fantasía urbana despertó mi curiosidad. Son muchos los libros que lo hacen, sobre todo de autores patrios, y muchos los que cato. También he de decir que son muy pocos los que, tras el primer bocado que suelo dar a la muestra que se ofrece o a la sinopsis, pasan esa primera criba y me tientan a seguir leyendo. 

Eso me pasó con el primer libro que leí de ella, el primer volumen de su trilogía La Tríada. Una apertura que evoca la invocación a la musa de Homero solo puede atraer mi atención. Y si encima está bien escrita la atrae del todo. Luego leí la sinopsis en Amazon y en cuanto vi que iba de mitología judeocristiana ya resonaron todas las alarmas. Debía leerla. Lo hice y disfruté como en una noche de sexo salvaje como esas que describe en su libro. Otro día la reseño. Hoy quiero hablar de esta joyita. 

Cosas que pasan en la frontera es una pequeña joya, ya no por la edición, que es muy buena, como ya he comentado. Y, aunque las ilustraciones no sean de un estilo que a mí me guste, reconozco que son interesantes y de calidad. Lo que me ha fascinado es la historia que cuenta y cómo la cuenta. Es una historia corta, una novela de unas escasas cincuenta páginas más las ilustraciones, pero es una historia que no se olvida, dura, escabrosa, pero contada con mucha luz, con la luz intensa de la frontera, esa que te deslumbra al reflejarse el sol sobre los cristales de arcilla del desierto. Y sí, está muy bien escrita y sus personajes están trazados con mucha fuerza. 

So Blonde dice que escribe cosas, y las cosas que escribe las hace muy bien. Tiene un vocabulario enormemente rico, que sabe usar con la precisión de un cirujano, para que cada palabra esté en su sitio, sin que sobre ni falte nada. Así, su historia lleva un ritmo trepidante que te hace devorarla en muy poco rato y te deja con muchas ganas de más. Eso sí. esta historia no es para gente sensible. Es dura, bruta, cruda y salvaje. 

Espero que siga escribiendo estas cosas, porque es de los pocos autores que, ahora mismo, me apetece leer, estando como estoy en este periodo tan complicado. 

En breve terminaré la parte y media que me queda por leer de  La Tríada y entonces traeré por aquí la reseña, si me encuentro con ganas. 

Después de un año de sequía bloguera debido al vértigo en el que se ha visto sumido el mundo, le agradezco que me haya incitado a volver a hablar de libros. 

sábado, 15 de febrero de 2020

FELIZ LUPERCALIA

Hoy es 15 de febrero. En esta fecha, en la antigua Roma, se celebraba la Lupercalia o Lupercales, fiesta en honor del dios Fauno y de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo.


En la antigua Roma, el 15 de febrero, ante diem XV Kalendas Martias, se celebraban las fiestas lupercales. Consistían en una procesión o cabalgata en la que jóvenes adolescentes de la ciudad, bendecidos por un sacerdote del dios Fauno, ungidos con la sangre de un cabrito, corrían desnudos por la ciudad azotando a las mujeres en las manos y la espalda, para propiciar su fertilidad, con cintas de piel de la cabra sacrificada al dios.


Los jóvenes partían del Lupercal, una cueva en la parte inferior de la colina del Palatino, donde se situaba la madriguera de la loba Luperca que amamantó a Rómulo y Remo. Recorrían la ciudad entre grandes gritos, risotadas y persecuciones a las mujeres para azotarlas.

Puede que se trate de un ritual muy anterior a la fundación de Roma, y que se haya adaptado, siendo en su origen una ceremonia de fertilidad en honor al dios Fauno o Inno.

Durante el inicio del cristianismo se prohibió y se intentó sustituir, según unos historiadores, por la fiesta de la Candelaria y según otros, por la de san Valentín, ambas dedicadas a la fertilidad y el amor.
Fauno era el dios de la fertilidad, de la ganadería y la agricultura, pero también era un dios oracular que vertía sus premoniciones en los sueños de aquellos que le ofrecían un cabrito y dormían sobre la piel del animal. Era una de las deidades fundacionales de Roma, consorte de la Bona Dea o Fauna, diosa de la fertilidad a la que rendían culto todas las mujeres de Roma en unas festividades secretas totalmente prohibidas a los varones.

Respecto a su relación con la loba que amamantó a Rómulo y Remo, según la leyenda, a antiguas prostitutas que vendían sus favores a los pastores del Aventino a cambio de reses de los rebaños se les llamaba lupercas, lobas. Una de ellas, Aca Larentia, desposada con un pastor llamado Faustulo amamantó y crio a los gemelos Rómulo y Remo cuando su esposo los encontró en una cesta varada en el río Tíber, bajo una higuera que crecía junto a una gruta del monte Palatino. Estos eran hijos de la vestal Rea Silvia y del dios Marte, cuyo animal consagrado era el lobo.


Si queréis leer mi versión de esos hechos, podéis leerla aquí: La Fuerza





viernes, 14 de febrero de 2020

Eros, Cupido, san Valentín… Si es que siempre pensamos en lo mismo




Eros y Psique, 1787-1793, mármol, 155cm x 168cm; Museo del Lovre, París


Qué curioso que fiestas tan dispares como el Carnaval o san Valentín tengan como origen ritos de fecundidad. ¿Curioso? no. Simplemente lógico, como ahora veremos al analizar su origen. Y veremos cómo hemos pasado de desfilar desnudos manchado con sangre de cabra y azotando con piel de este animal a las mujeres con las que nos cruzábamos para que fueran fecundas a adorar a un querubín con pañal que dispara flechas y lo llena todo de corazones rojos para deleite de los comerciantes de artículos de regalo, la mayoría superfluos.
Luperca, la loba capitolina

Empecemos por uno de los principios, la antigua Roma. Desde su inicio se celebraba el 15 de febrero la llamada Lupercalia, una festividad en honor de la loba Luperca, la que amamantó a los dos gemelos sagrados, Rómulo y Remo. En esa fecha, en la cueva del monte Palatino donde fueron encontrados y adoptados por Aca Larentia, un sacerdote sacrificaba a una cabra, untaba con sus sangre la frente de jóvenes mancebos y les daba una tira de la pie del animal recién sacrificado para que fustigaran con ella a toda mujer que se cruzara en su camino para que fuese fértil. Los jóvenes salían desnudos riendo, gritando y cantando, y recorrían así las calles de la Ciudad Eterna, bendiciendo a las mujeres, a veces con algo más contundente que la piel de cabra, para celebrar, entre otras cosas, la proximidad de la primavera y el inicio del renacimiento del mundo. Es la época en la que empieza a despuntar la luz y el color, justo a mitad del invierno, entre el solsticio y el equinoccio.
Pero, con la cristianización, ciertas fiestas paganas dejaron de ser bien vistas, se intentaron prohibir y dada la dificultad de conseguirlo se pretendieron camuflar y vestir de santidad. Así la Lupercalia se carnavalizó y se dejó pendiente de la Pascua, y en lugar de una fiesta de la fecundidad, a las calendas de febrero se le echó encima la fiesta del sagrado matrimonio bendecido por la santa Iglesia católica. Para ello se buscó algún mártir cristiano y se canonizó a un tal obispo Valentino, que en el siglo III se ganó el sepulcro por casar a legionarios romanos, que lo tenían prohibido por ley, casi desde que se organizó el ejército más poderoso del mundo. Podían tener concubinas, e hijos, pero no podían unirse a ninguna mujer de forma legal, pues eso implicaba una serie de obligaciones y clientelismos legales de los que los soldados debían estar libres para poder servir a su país. Pero a este buen señor las cosas legales le daban un poco igual, se empeñó en contravenir las órdenes militares y acabó ajusticiado. Bien, tenemos la figura perfecta, la colocamos en esa fecha, y ya tenemos cristianizada una fiesta pagana más.
Pero ¿cómo llegó el muy noble obispo Valentinus a convertirse en un querubín alado con pañal arco y flechas que simboliza todo menos el casto matrimonio cristiano?

Ahí tenemos que retroceder un poco más en el tiempo, e ir a buscar el origen de ese querubín alado que tantos quebraderos de cabeza nos produce, sobre todo cuando acaban de pasar las Navidades y, después de exprimirte las meninges para pensar en un regalo adecuado para tu media naranja en esas fechas, ahora tienes que acabar de exprimírtelas del todo y acertar con el detallito de marras. Eso sí, bien envuelto en un paquete rojo en forma de corazón, con lazos rojos y pasteles de fresa, o de arándanos o de remolacha o de cualquier cosa que sea roja, cuanto más dulce, empalagosa y (¿porqué no decirlo?) cursi, mejor

Pues bien, como iba diciendo, debemos remontarnos a los orígenes del querubín que hoy día representa el amor carnal, nada del espiritual. Y la verdad es que el pertinaz Eros triunfa sobre la casta Iglesia, pues en sus orígenes, bastante confusos ellos, representaba el deseo sexual.

Hesiodo, en su Teogonía, nos cuenta que Eros es un ser primigenio, que surge del Caos inicial junto con Gea, la Tierra, la Vida, y Tártaro, el Inframundo, la No Vida. Es él quien hace surgir la chispa de luz, la creatividad que da origen a todo. Fraser, en su libro La rama dorada, cuando habla de los misterios de Eleusis, dice que se le adoraba como dios de la fertilidad y se le llamaba «el primero en nacer». Luego viene la época dorada del mito, en la que se le atribuye ser hijo de Afrodita y Ares, y se asigna la misión de despertar el deseo carnal. Pero también hay citas en las que se hace referencia a que Eros despertaba el deseo entre los hombres mientras Afrodita era la responsable del deseo heterosexual. Son muchos los cuentos que se narran que lo tienen como culpable de muchas situaciones dramáticas, y ¡ay de quien le hace enfadar!, pues sus venganzas son terribles. Sin embargo, Apuleyo, en su cuento El asno de Oro hace que el deseo sexual, Eros, caiga preso de las redes del alma, de la mente, se enamore de Psiquis, y surja así el amor completo. De su unión, según el mismo autor, nacen las tres Gracias.

Las tres Gracias, de Jean Jaques Pradier (1790-1852)

Muchos son los poetas que lo han denostado y lo han alabado a lo largo de los siglos, pues su presencia en el mundo ha hecho que se le echen encima todos los estropicios que los hombres causamos. ¡Qué bien viene tener un chivo expiatorio! Esa pasión sexual que sientes por fulanito o por menganita no es culpa tuya, en absoluto. Es el cruel Cupido que te ha lanzado su flecha. ¿Cómo vas a desobedecer a un dios? ¡Imposible! Y al pobre Cupido se le ha metido en cada berenjenal…

Basten estos preciosos versos de Góngora para ver todo de lo que se le acusa al pobre Eros:
Ciego que apuntas y atinas,
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido,
y niño mayor de edad,
por el alma de tu madre
—que murió, siendo inmortal,
de envidia de mi señora—,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz.
[…]
Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?
De un pájaro, ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Queridos lectores, estamos en mala época: se nos junta el Carnaval con San Valentín, las Lupercalias vuelven a estar unidas en sus dos facetas, la divertida, la procaz, y la sexual. Pero siempre tened en cuenta que ambas festividades son, en el fondo, un conjuro para la fertilidad, para la fecundidad, para la abundancia de la cosecha filial.

No os dejéis seducir por los atractivos colores rojos, las formas concupiscentes de los corazones, los aromas seductores de las pastelerías… Donde menos se lo espera uno, hay un criajo desnudo con un carcaj y varias flechas dispuesto a arruinarnos la vida. 

Como bien se decía en cierta serie:
«Tengan cuidado ahí afuera».

domingo, 15 de diciembre de 2019

¡¡HE GANADO!!

Pues sí, aunque a mí misma me parezca todavía mentira, he ganado el X Concurso Museo L'Iber de Relato Corto Histórico, con el relato titulado Tres libros.



Desde aquí quiero, en primer lugar, dar las gracias al Museo L'Iber, dirigido por Alejandro Noguera,  y a la Fundación Libertas, por organizarlo; a Empresas Gourmet por patrocinarlo, al guardián de las plicas, Josep Asensi, por hacer tan bien su trabajo; a los dos lectores criba, Eva Lucía Bayarri y Toni Zarza; y, cómo no, a los cinco miembros del jurado: Santiago Posteguillo, Juan Miguel Aguiler (fue el que más gustó a ambos), Alejandro Noguera, Antonio Penadés y Sebastián Roa. Ellos lo eligieron el mejor de 213 que se presentaron y de los 19 que pasaron a la final. 


En segundo lugar, felicitar, cómo no, a Raúl Borrás Sanleón, que quedó segundo, y a Fernando Ortega, que se llevó la mención especial. Ambos relatos fueron muy diferentes. El de Fernando, El enlace, de género epistolar, ambientado en Polonia durante la II Guerra Mundial y el de Raúl, El aquiles de Ruzafa, muy irónico, con mucha retranca, ambientado en la guerra Carlista. 






Y en tercer lugar quiero contaros cómo se gestó este relato. En junio de 2014, el grupo literario El cuaderno Rojo, en el que me encontraba por entonces, decidió publicar una antología de relatos basada en las cartas del Tarot: Del Loco al Mundo, cuentos del Tarot. Éramos 22 miembros y a cada uno nos tocó una carta por sorteo. La mía fue la Fuerza. Probé suerte con varios temas, pero no se me ocurría nada. Pero un día, en el autobús, no sé en qué estaba pensando pero de pronto fue como si oyese una vocecita que me decía la frase final del relato, y de ahí surgió toda la historia. 
No os voy a decir cuál era, tendréis que esperar a que se publique la antología para leerlo. Pero sí os voy a contar que narro cómo la sibila de Cumas le entregó los libros sibilinos a Tarquino el Soberbio, el último rey de Roma.

Lo que os puedo contar es que esbocé este relato, pero se quedaba corto para la extensión que se había fijado y no me terminaba de convencer el rellenarlo de paja, así que se quedó en un cajón. Escribí otro relato que es el que se publicó en la antología y que podéis leer aquí: La Fuerza. Era más largo y más apropiado para la temática, y creo que no me quedó tampoco mal.

Este se quedó olvidado durante años, hasta que un día lo recuperé en un disco duro perdido y decidí darle un repaso, y otro, y otro. De vez en cuando lo leía y lo retocaba. Lo pasé por lectores expertos y por críticos mordaces. He de reconocer que lleva mucho trabajo encima. También intenté documentarme para saber si en esa época se usaba pergamino o papiro, y como no conseguí averiguarlo, decidí simplemente usar la palabra «libro», aunque se me coló en algún momento la palabra «rollos». Lo que también se me coló, por no documentarme adecuadamente y dar por sentados ciertos conocimientos, fue el significado de «crátera», que yo tomé por una copa y se trata del recipiente en el que se mezclaba el vino con agua. Y algunas cosas más que los sabios del museo me corregirán antes de publicarlo. 

¿Porqué lo mandé al concurso? Ya el año pasado, Marina Lomar me insistió mucho para que lo hiciera, pero ni veía yo el relato bien para eso ni estaba yo de ánimos. Al final, este año, como siguió insistiendo, lo mandé, un poco para que se callara. 

Y mirad lo que ha pasado.

¿Como contaros lo que ha supuesto esto para mí? Me resulta muy difícil transmitir la emoción que sentí. Era algo que no esperaba en absoluto cuando lo mandé, y que todavía no acabo de creerme del todo. Si no fuera por las fotos que lo muestran pensaría que no es más que un sueño maravilloso. 

Esto significa mucho. Yo no me considero escritora, más que nada porque soy un tanto vaga y prefiero mil veces que me cuenten historias a contarlas yo. Puede que también sea porque me cuesta mucho inventarme historias. Quizá por eso, los tres relatos que he escrito están basados en leyendas o mitos grecorromanos. Tengo la historia ya hecha, solo tengo que contarla a mi manera, cuando me sale. Pero este premio me demuestra, a mí más que a nadie, que algo sé de cómo contar historias. 

Me alegro mucho de que la sibila me contara ese pequeño secreto y me hablara al oído para que le prestara mi voz. Apolo ha sido siempre mi dios griego favorito, y creo que el visitar el Onfalo en Delfos y beber el agua de la fuente Castalia, en el Parnaso, ha hecho que su hija Clío me mire con cierta benevolencia. 

La noche siguió siendo mágica. Fuimos a celebrarlo, cómo no, siendo mediterráneos, con una buena cena y una tertulia deliciosa con todos los que quisieron venir. 






jueves, 24 de octubre de 2019

LA ESPERADA LLUVIA, de Myriam Imedio. Novela ganadora del VI Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal.



Sinopsis 
Un secreto milenario, una cuenta atrás y un cielo a punto de estallar.
Nadie escapará de la tormenta ni de la verdad.
Tres generaciones de mujeres unidas por el mismo nombre y un único destino.
Afganistán, Siglo VI d. C.
Un monje anciano recibe en su cueva a Xincheng, una joven bella y fuerte que ha llegado hasta él a través de la Ruta de la Seda. Es la primera kiu de veintiocho hombres y mujeres que seguirán lo que ella está a punto de iniciar.
En la actualidad
Lluvia se despierta sobresaltada. Su madre la obliga a levantarse a desayunar e ir a la casa de la playa. Las indicaciones son concisas: entrará y cerrará con llave. Se dirigirá a la biblioteca, buscará un ejemplar de El retrato de Dorian Grey y tirará de él: entonces se abrirá la puerta de una estancia secreta a la que entrará con un código. Una vez dentro, localizará la caja número dieciocho y posará la palma de su mano sobre ella.
Lo que hay en su interior es suyo.
Atónita y a regañadientes, Lluvia va hasta la playa y todo sucede como le había narrado su madre: en el interior de la casilla encuentra un manuscrito: La esperada Lluvia, que inmediatamente empieza a leer.
¿Estará preparada para descubrir la verdad?
La partida debe continuar.

Opinión:

Cuando uno tiene entre sus manos una novela ganadora de un premio de temática abierta, siempre se enfrenta a una incógnita respecto al género al que va a pertenecer la obra. Los seres humanos somos muy de clasificar las cosas para poder ordenarlas y así sentirnos seguros en el espacio que nos rodea. Por eso asignamos etiquetas a las obras literarias, porque los libreros necesitan colocar libros en las estanterías y encontrarlos con facilidad cuando los lectores les piden «algo de…» o «algo similar a…».
Personalmente, creo que es un error, y una obra puede pertenecer a muchos géneros diferentes sin que uno prevalezca sobre otro, y por eso, los lectores se pierden obras que podrían gustarles, y más si el autor lleva nombre de mujer y el personaje principal también.
En este caso, independientemente de quien lo haya escrito y lo protagonice, podemos decir que estamos ante una novela de aventuras.
Ojo, aventuras. Aventuras para todos los géneros y todas las edades al más puro estilo de las novelas que nos han hecho disfrutar, tanto de jóvenes como de mayores.
Es un texto que se lee rápido, bien estructurado, con un ritmo, en ocasiones trepidante, como corresponde, que hace que no queramos dejarlo y lo devoremos con facilidad, pero también degustándolo con placer.
Myriam Imedio, periodista de profesión y autora de otra novela, El Séptimo punto de Selleck, que editó en Amazon, escribe bien, con un estilo ágil, una prosa cuidada, un vocabulario muy rico que en algunos momentos se desliza de forma casi poética.
Sabe trazar unos personajes con fuerza, con personalidad, con realce suficiente como para que nos cautiven y deseemos saber qué les pasa, y cómo acaba su aventura, esa aventura que Myriam sabe contarnos sus peripecias y ha sido capaz de enlazarlas en una trama vertiginosa, complicada, tan bien urdida que no deja ningún cabo suelto.
O quizá sí y estamos al principio de una saga que narra más aventuras en torno a lo sucedido en aquel monasterio de Afganistán tantos siglos atrás.
Espero que sí, pues esta novela me ha dejado con ganas de más aventuras sobre este misterio y las cosas que envuelve.

Mención aparte, por supuesto, para Roca Editorial, que arriesga con estos premios y avanza como editorial independiente de calidad, tanto en sus ejemplares en tapa dura a precios muy accesibles, como este, como en los de tapa blanda, con una calidad de edición y corrección que ya querrían muchos sellos de los grandes grupos editoriales, tanto en forma como en contenido.


lunes, 19 de agosto de 2019

BRIAN ALDISS


Esta entrada la publiqué hace dos años en la web El vals de la araña. 
Sigo sintiendo lo mismo respecto a estas estupendas novelas y su autor. 

QUE LA TIERRA TE SEA LEVE, BRIAN ALDISS

El domingo me sorprendí al conocer la noticia de la muerte de Brian Aldiss. Sé que no debería hacerlo, pues era ya muy mayor (noventa y dos años y un día) y hace muchos años que lo conocí como lectora. Pero en realidad, más que sorprenderme, me ha dolido. Me duelen siempre las noticias de la muerte de escritores que me han llegado con sus textos, aunque sea ley de vida y tenga muy claro que nadie es eterno.

Brian Aldiss me marcó. Leí primero La nave estelar y me dejó con muchas ganas de más. Esa nave a la deriva, en la que la Historia ha desaparecido, en la que hay tribus de humanos en diferentes grados de civilización aislados entre ellos, me pareció fascinante en su momento. También es cierto que aún no había leído a Robert A. Heinlein y su planteamiento me pareció novedoso. Leí después otras obras suyas que no me acabaron de gustar, como Frankenstein desencadenado. Pero cuando decidí darle una oportunidad a Heliconia, allá por 1990 me reconcilié con él. Reconozco que no es una lectura fácil. Su estilo es denso, literario, un tanto barroco, bastante alejado de lo que suele ser habitual en el género. Sus personajes no tienen el protagonismo de otras novelas de la época, pues son meros utensilios para profundizar en lo que a él más le interesaba en ese momento: la creación de mundos y civilizaciones, la adaptabilidad del hombre en conjunto, como sociedad a un entorno que varía de forma paulatina y radical. Brian Aldiss escribe casi un tratado sobre la formación de las culturas y las sociedades en un mundo en el que las estaciones son muy largas (sí, en Heliconia duraban siglos mucho antes de que en Invernalia temiesen la llegada del invierno) y las civilizaciones nacen, crecen y mueren al compás de los cambios climáticos. Civilizaciones que tienen que adaptarse a la desaparición de elementos vitales y la aparición de otros nuevos. Plantas y animales cambian y el hombre el que debe adaptarse a todos esos cambios tan brutales. Como estudiosa de las religiones antiguas y su evolución, el concepto que utiliza de la Historia me interesó mucho, pues integra las religiones en sus civilizaciones de una forma muy lógica y dándoles una importancia clave, algo que también aparece en La nave estelar y con mucha más fuerza en Heliconia. Es curioso cómo, a pesar de que no sea un autor de personajes, pues estos quedan un poco desdibujados y un tanto planos, la forma que tiene de utilizarlos como vehículo conductor de la trama y la narración me resulta interesante. Personalmente creo que Aldiss le da al tema sociológico una mayor importancia que a la trama en sí. Y ya es difícil que un autor que hace eso consiga gustarme.

Pero yo me he lanzado a hablar de una de las trilogías que más se me han grabado en el recuerdo y apenas he hablado de él. Brian Aldiss, para quien no le suene de nada este señor, es un escritor inglés de Ci-Fi, perteneciente a la llamada «Nueva Ola». Condecorado en el ejército inglés, al que perteneció hasta el fin de la II Guerra Mundial, se hizo librero tras ella y comenzó a escribir. Fue ganador de premios como el Hugo, el Nebula, el John W. Campbell y el Pilgrim. No me extiendo en ello, pues en la Wikipedia y en muchos otros sitios encontraréis los detalles, y seguro que habrá muchos obituarios —eso espero, creo que lo merece—, todos mejores que este mío, que los recojan.
En los años sesenta, tras publicar en 1958 La nave estelar se gana el respeto del público con sus relatos y sus novelas, sobre todo en la época de colaboración con Ballard, tras la cual experimenta con nuevas formas de narración que no son muy bien recibidas por los lectores y que hacen que sus ventas bajen mucho, hasta que en los años ochenta publica su trilogía Heliconia, de la que he hablado antes.
¿Qué es lo que hace que este señor sea tan importante en la Ci-Fi? Pues son varias cosas. Seguro que cada autor de reseña o artículo comenta lo que más le interesa o lo que a sus ojos tiene más importancia, y eso es lo que yo voy a hacer. Al fin y al cabo, esto es solo un pequeño homenaje de una lectora a alguien que le ha hecho disfrutar mucho con sus novelas. Para mí su importancia reside en que publica Non Stop —traducida por Nebulae como La nave estelar en uno de los grandes destripes de la literatura— en 1958. Esta novela se podría considerar una precursora de esa «Nueva Ola» de la Ci-Fi que se desarrolló plenamente a finales de los sesenta y sobre todo en los setenta y de la que Aldiss fue uno de los grandes maestros y que alcanza una altura considerable con Heliconia. En este periodo nos encontramos obras más mentales e introspectivas, más enfocadas al hombre y a su psiquis, a su evolución como ser humano que a la aventura y la ciencia. La suya es una Ci-Fi más encaminada a la sociología como ciencia que a otras ciencias más exactas como pudiera ser la biología, la medicina, la farmacología o las ingenierías. Y eso me gusta. Ese concepto de nave generacional, que se da también en cierta forma en Heliconia, si consideramos como tal todo el planeta, nos muestra más que la evolución del sujeto, la de la sociedad en sí. En Heliconia aún se pone más de manifiesto con esa nave en órbita que registra y analiza la evolución de las distintas civilizaciones del planeta.
El tiempo pasa. El tiempo ha pasado desde que leí por última vez a Aldiss y en ese tiempo estoy asistiendo al ocaso de las generaciones de pioneros. Fueron grandes, se atrevieron a innovar, a buscar, más allá del espacio exterior, la última frontera. Fueron hasta el infinito y más allá y nos trajeron miles de historias que nos hicieron soñar.
Ahora se nos ha ido uno de los grandes. Gracias por todas tus historias, maestro.

Que la tierra te sea leve.

martes, 23 de julio de 2019

EL AMANTE GERMANO, de Pilar Pedraza




Portada de la novela, de Luis Pérez Ochando


El amante germano, de Pilar Pedraza, nos traslada a la antigua Roma para narrarnos las desventuras de Valeria, una joven romana de la alta sociedad que ha perdido a su prometido.
Desesperada por ello, hace un sacrificio Cárites infernales y, tras conseguir que Plutón se apiade de ella y permita el regreso del difunto para consumar el matrimonio, lo añora tanto después que recurre a Próxima Nigra, hechicera oscura, capaz de proporcionarle una réplica en cera casi exacta de su amante e insuflarle vida.

Novela perfecta para jóvenes y adultos, con una ironía muy inteligente y un estilo muy accesible. Tiene una alquimia especial con gran capacidad de seducción en la que mezcla fantasía, terror, romance, aventura y humor. Muy bien documentada, refleja de forma extraordinaria el ambiente de la Roma imperial, con un gran protagonismo de la mitología romana, por lo que se puede considerar una novela histórica, fantástica y mitológica. ¿Qué más podría pedir yo?

A pesar de que pueda parecer que es una novelita insulsa y poco atractiva por lo anterior, esta novela tiene muchas capas, muchas lecturas, y toca gran cantidad de temas de actualidad, desde la corrupción de la clase política, al deseo, el amor, los hijos consentidos que quieren tenerlo todo y tenerlo ya, el elitismo de las clases sociales más favorecidas...

Con un estilo muy ágil con una prosa muy culta, sabe escribir muy bien sin que resulte cargante, pesada o pedante; nada de eso. Te atrapa desde el primer momento, desde la primera frase y no te suelta en toda la novela. Su riqueza de vocabulario es tal que no necesita recurrir a notas al pie que te den explicaciones. Los nombres de las cosas y las situaciones que no son de uso cotidiano te las cuenta tan bien que no necesitas utilizar un diccionario, sino que por el contexto se entiende el significado cuando utiliza una palabra en latín porque el objeto ya no se utiliza hoy día.
Esto también se debe a su gran dominio de la Historia romana, que se deja ver en cada detalle. Sabe introducirte muy bien en ese momento histórico sin que se vea el andamiaje, sin tener que recurrir a parrafadas wikipédicas. Pilar no pretende enseñarte Historia con su novela, pretende distraerte y hacer que te lo pases bien. Pero a pesar de ello, nos sumerge totalmente en el periodo histórico y en la sociedad. Y lo hace de una forma magistral, sobre todo en esa domus que te parece conocer como tu propia casa gracias a sus descripciones, ligeras y casi sin que se noten.

También es muy interesante cómo trata a sus personajes. Con mujeres como protagonistas, Pilar Pedraza huye de presentismos en ese mundo femenino, tan lejano y a la vez tan cercano. Nos muestra con claridad el pensamiento, la vida y las costumbres de las mujeres de la época. Sin embargo, consigue que empatices con ellas, que las entiendas y compartas sus anhelos y decepciones, aunque te cuente esta tragicomedia con cierta distancia, de tal forma que te mantiene la sonrisa gracias a la gran ironía con la que está narrada.

No acabo la reseña sin añadir varias cosas: Aunque alguien pueda pensar por mis comentarios que es una novela escrita para el público juvenil y que no puede interesar a un lector adulto versado en la Historia, nada más lejos de la realidad. Es una novela muy madura como ejercicio de escritura, digna de ser leída por todo el mundo, y en especial por escritores. Pero tampoco estaría de más que muchos profesores de Lengua y Literatura, y de Historia, la leyeran y la recomendaran a sus alumnos de Bachillerato en lugar de novelas traducidas, a veces mal, que pueden estar muy de moda entre los adultos, pero que en lugar de atraer a los jóvenes a la lectura hacen que huyan de ella despavoridos. Esta novela es más que recomendable para iniciar en la lectura y para crear lectores habituales. No la perdáis de vista.

Además, recientemente ha ganado el premio Kelvin 505 a la mejor novela de fantasía escrita en español en 2018, premio que se entregó a la autora en el Festival Celsius, en Avilés, este fin de semana pasado.

Mi reseña es corta, como corta es la novela, pero muchas veces nos encontramos con que menos es más, y esta es una de ellas.

Espero que disfrutéis de la novela, si os animáis a leerla, tanto como la disfruté yo en su momento.



Pilar Pedraza recibe el Golem de Honor en Valencia, en el Golemfest 2018. A su lado, los organizadores: Juan Miguel Aguilera, José Luis Rodríguez y Susana Alfonso.



Nota sobre la autora: 

Pilar Pedraza nace en Toledo, pero se doctora en Historia en Valencia, donde reside. Profesora de Cine y Cine de Vanguardias en la universidad de esta ciudad, fue consellera de Cultura de la Generalitat Valenciana. Ha escrito numerosos ensayos, novelas y relatos en diferentes antologías y ha traducido dos obras.

Ha recibido numerosos galardones y premios tanto nacionales como extranjeros, tanto por sus novelas como por sus ensayos. Entre ellos tenemos el Premio de la Crítica Valenciana, otorgado por CLAVE,  el IGNOTUS  a mejor ensayo, el premio NOCTE, el SHERIDAN LE FANU, El GOLEM DE HONOR (momento que recoge la fotografía) y el KELVIN 505 a la mejor novela en castellano. 

Datos Técnicos:

  • Tapa dura: 256 páginas
  • Editor: Valdemar; 1ª edición el 1 de abril de 2018
  • Colección: El Club Diógenes
  • Idioma: Español
  • ISBN: 978-84-7702-881-9