domingo, 15 de diciembre de 2019

¡¡HE GANADO!!

Pues sí, aunque a mí misma me parezca todavía mentira, he ganado el X Concurso Museo L'Iber de Relato Corto Histórico, con el relato titulado Tres libros.



Desde aquí quiero, en primer lugar, dar las gracias al Museo L'Iber, dirigido por Alejandro Noguera,  y a la Fundación Libertas, por organizarlo; a Empresas Gourmet por patrocinarlo, al guardián de las plicas, Josep Asensi, por hacer tan bien su trabajo; a los dos lectores criba, Eva Lucía Bayarri y Toni Zarza; y, cómo no, a los cinco miembros del jurado: Santiago Posteguillo, Juan Miguel Aguiler (fue el que más gustó a ambos), Alejandro Noguera, Antonio Penadés y Sebastián Roa. Ellos lo eligieron el mejor de 213 que se presentaron y de los 19 que pasaron a la final. 


En segundo lugar, felicitar, cómo no, a Raúl Borrás Sanleón, que quedó segundo, y a Fernando Ortega, que se llevó la mención especial. Ambos relatos fueron muy diferentes. El de Fernando, El enlace, de género epistolar, ambientado en Polonia durante la II Guerra Mundial y el de Raúl, El aquiles de Ruzafa, muy irónico, con mucha retranca, ambientado en la guerra Carlista. 






Y en tercer lugar quiero contaros cómo se gestó este relato. En junio de 2014, el grupo literario El cuaderno Rojo, en el que me encontraba por entonces, decidió publicar una antología de relatos basada en las cartas del Tarot: Del Loco al Mundo, cuentos del Tarot. Éramos 22 miembros y a cada uno nos tocó una carta por sorteo. La mía fue la Fuerza. Probé suerte con varios temas, pero no se me ocurría nada. Pero un día, en el autobús, no sé en qué estaba pensando pero de pronto fue como si oyese una vocecita que me decía la frase final del relato, y de ahí surgió toda la historia. 
No os voy a decir cuál era, tendréis que esperar a que se publique la antología para leerlo. Pero sí os voy a contar que narro cómo la sibila de Cumas le entregó los libros sibilinos a Tarquino el Soberbio, el último rey de Roma.

Lo que os puedo contar es que esbocé este relato, pero se quedaba corto para la extensión que se había fijado y no me terminaba de convencer el rellenarlo de paja, así que se quedó en un cajón. Escribí otro relato que es el que se publicó en la antología y que podéis leer aquí: La Fuerza. Era más largo y más apropiado para la temática, y creo que no me quedó tampoco mal.

Este se quedó olvidado durante años, hasta que un día lo recuperé en un disco duro perdido y decidí darle un repaso, y otro, y otro. De vez en cuando lo leía y lo retocaba. Lo pasé por lectores expertos y por críticos mordaces. He de reconocer que lleva mucho trabajo encima. También intenté documentarme para saber si en esa época se usaba pergamino o papiro, y como no conseguí averiguarlo, decidí simplemente usar la palabra «libro», aunque se me coló en algún momento la palabra «rollos». Lo que también se me coló, por no documentarme adecuadamente y dar por sentados ciertos conocimientos, fue el significado de «crátera», que yo tomé por una copa y se trata del recipiente en el que se mezclaba el vino con agua. Y algunas cosas más que los sabios del museo me corregirán antes de publicarlo. 

¿Porqué lo mandé al concurso? Ya el año pasado, Marina Lomar me insistió mucho para que lo hiciera, pero ni veía yo el relato bien para eso ni estaba yo de ánimos. Al final, este año, como siguió insistiendo, lo mandé, un poco para que se callara. 

Y mirad lo que ha pasado.

¿Como contaros lo que ha supuesto esto para mí? Me resulta muy difícil transmitir la emoción que sentí. Era algo que no esperaba en absoluto cuando lo mandé, y que todavía no acabo de creerme del todo. Si no fuera por las fotos que lo muestran pensaría que no es más que un sueño maravilloso. 

Esto significa mucho. Yo no me considero escritora, más que nada porque soy un tanto vaga y prefiero mil veces que me cuenten historias a contarlas yo. Puede que también sea porque me cuesta mucho inventarme historias. Quizá por eso, los tres relatos que he escrito están basados en leyendas o mitos grecorromanos. Tengo la historia ya hecha, solo tengo que contarla a mi manera, cuando me sale. Pero este premio me demuestra, a mí más que a nadie, que algo sé de cómo contar historias. 

Me alegro mucho de que la sibila me contara ese pequeño secreto y me hablara al oído para que le prestara mi voz. Apolo ha sido siempre mi dios griego favorito, y creo que el visitar el Onfalo en Delfos y beber el agua de la fuente Castalia, en el Parnaso, ha hecho que su hija Clío me mire con cierta benevolencia. 

La noche siguió siendo mágica. Fuimos a celebrarlo, cómo no, siendo mediterráneos, con una buena cena y una tertulia deliciosa con todos los que quisieron venir. 






3 comentarios:

  1. Muchas felicidades por este premio, Ángeles. Siento no haberte acompañado en ese acto tan emocionante del fallo y la entrega de premios (ya sabes, motivos familiares) pero estoy segura de que habrá más ocasiones en el futuro, ¿no? Ahora no puedes dejar de escribir.
    Un abrazo-

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  2. Mil gracias, Isabel. Sabes que mi incursión en la literatura es totalmente accidental. Prefiero mil veces que me cuenten historias a contarlas yo. Que sepa hacerlo bien no quiere decir que me guste o me apetezca. Tampoco lo descarto, pero surgirá como han surgido los tres relatos que he escrito en mi vida: cuando una vocecita me lo susurre. Mientras Clío permanezca en silencio, yo también.

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