En el nombre de este blog aparecen dos cosas que siempre me han acompañado, los libros y los mitos. De libros ya he hablado, bueno de dos solamente. Ya iremos hablando de más con el tiempo.
Hoy vengo a hablar de los mitos, de las antiguas religiones, hoy desaparecidas, que han ejercido en mí una increíble fascinación desde que las descubrí. Fui educada en un ambiente poco religioso, en el que la palabra jesuita era utilizada en lugar de hipócrita y en el que la lectura era la principal fuente de ocio. Por eso no me resulta extraño que en cuanto conocí las fabulosas historias existentes en la mitología griega de manos de mi hermana, cinco años mayor que yo, me sintiese totalmente atraída por esas leyendas, y no las viera como aberraciones paganas, que era lo que nos explicaban en el colegio.
Tampoco me resulta extraño que, teniendo doce años y al preguntarme mi madre que iba a hacer con el dinero de las “estrenas”, como llamamos aquí al aguinaldo que todos los familiares dan a los niños el día de Navidad, mi respuesta fuese inmediata: comprarme novelas, muchas novelas. Esperaba tener lectura por lo menos hasta mayo, que llegaba mi cumpleaños. Pero mi madre, sabia mujer, me dijo que me permitía comprarme todas las novelas que quisiera si entre ellas me compraba un libro “serio” y me lo leía.
Recuerdo aquella tarde como si fuese ahora, revolviendo entre las estanterías y los montones de libros del lugar que consideraba mi paraíso particular, la librería Paris―Valencia. Allí, en un expositor vertical y viendo que el dinero se agotaba y que todavía tenía que comprarme el libro serio, me fijé en un librito de bolsillo, de Plaza y Janés titulado Historia de los griegos. Historia de Roma de Indro Montanelli.
El flechazo fue instantáneo. Su módico precio (100 pesetas de las del año 76), su sugerente título y la referencia a la ironía del autor y a su huida de la pedantería típica del academicismo escrita en la contraportada no me permitieron dudar. Este libro fue decisivo en mi vida , recuerdo que lo leí con verdadera pasión.
Ahora mismo lo tengo aquí a mi lado, después de 35 años juntos. Él fue el causante de que una nueva visión de la historia se abriese ante mí, y de que tomase conciencia de que la gente creía en muchas cosas y por distintos motivos. Él me hizo desear conocer esas creencias antiguas repartidas por todo el mundo, y ya desparecidas.
Ahora mismo lo tengo aquí a mi lado, después de 35 años juntos. Él fue el causante de que una nueva visión de la historia se abriese ante mí, y de que tomase conciencia de que la gente creía en muchas cosas y por distintos motivos. Él me hizo desear conocer esas creencias antiguas repartidas por todo el mundo, y ya desparecidas.
Aunque me inicié en este campo leyendo la mitología griega y romana, voy a empezar esta sección hablando de una mitología fascinante, atípica y muy compleja. Este es el primero de los artículos dedicados a la antigua religión de los pueblos que habitaron el norte de Europa: los germanos.
MITOLOGIA GERMANA
Fran Frazetta |
La mitología germana es también conocida como escandinava, vikinga o nórdica. Como su nombre indica, abarcaba toda la zona de Europa septentrional, extendiéndose por todos los pueblos germanos y escandinavos, llegando hasta Islandia, y a través de la colonización de territorios por los pueblos teutones y sajones, hasta Escocia, Inglaterra e Irlanda (S VIII D.C.).
Los conocimientos que sobre ella han perdurado hasta nuestros días se deben a la tardía conversión al cristianismo de los pueblos escandinavos, sobre todo Islandia, que no se cristianizó hasta el año 1000 aproximadamente. Esto ha permitido la persistencia de gran cantidad de tradiciones orales tenazmente conservadas, que al ser transcritas al papel en forma de Eddas (poemas recitativos que servían para el aprendizaje) por los scaldas, han conseguido llegar a nuestros días en forma de poemas épicos. En ellos, especialmente en la Volüspá (La profecía de la vidente), se narran los principales mitos. Esta edda en concreto, forma parte de la Edda Mayor o Edda Poética y nos da una visión de conjunto de la cosmología, desde la creación del mundo hasta el Ragnarok, o la catástrofe final. Entre los distintos eddas que han persistido cabe destacar los “Snorra edda”, o eddas de Snorri Sturluson, escritos en el s xiii y que contienen un cuadro completo de la religión escandinava. El más importante es la Edda Menor, llamada así en contraposición de la Edda Mayor o Edda poética, recopilada siglos antes, hacia el año 1000 y cuyo autor o autores es desconocido. También podemos encontrar grandes referencias y relatos en las sagas, romances históricos sobre personajes reales de la época precristiana, que nos orientan extraordinariamente sobre el culto, la vida y la mentalidad de la época.
Cosmogonía: De Ymir y su muerte
En la Volüspá o canción de la vidente (de la völva), se narra toda la cosmogonía escandinava, es decir, el origen del mundo, de los dioses y de los hombres. Y también, y de ahí su nombre, el futuro, lo que la völva presagia que ocurrirá, si no se toman medidas, si no se conoce. Es uno de los principales cantos recopilados en la Edda Mayor. Y lo que nos narra, el Ragnarok, no es el fin del mundo, sino el fin de los dioses. Porque el mundo no termina, hay una continuación, ya que una pareja humana sobrevive. Pero ocurrirá solo si no se toman las medidas oportunas. Ella avisa de lo que ve, de lo que se le transmite, y de los dioses depende que ocurra o no, según actúen.
Esto es así porque para los germanos, el futuro no está escrito, no hay un destino predeterminado. Solo la historia puede decir si se ha cumplido o se cumplirá en un futuro.
Pepe Milvakes |
Las Nornas o diosas de la fortuna, que no del destino, son principalmente tres: Urd, Verdandi y Skuld. Estas tres mujeres son las que determinan la vida de los dioses, pero cada ser que nace tiene una norna que le acompaña, sea hombre enano o elfo. Ellas distribuyen la vida de la persona, pero no su destino, porque el destino no está escrito, sino porque ellas reparten la suerte, y según actúe el ser al que se la deparen será su vida.
Según se narra en ambas eddas, para los escandinavos, en el principio de los tiempos, no había ni tierra ni bóveda celeste, solo existía un abismo gigante el Ginnungagap. Hacia el norte se extendía una región fría y brumosa, el Niflheimr, identificada como el mundo de los muertos donde brotaba una fuente, Hvergélmira, que daba origen a once ríos. Al sur había un país luminoso y ardiente, Múspell, guardado por el gigante Surtr (el negro), dios de los muertos.
Fran Frazetta |
Al juntarse el hielo y el fuego, nació un ser antropomorfo, Ymir, en la zona intermedia. Mientras dormía nacieron en su axila y de su sudor un hombre y una mujer, la pareja originaria de los gigantes de la escarcha, descendientes directos de Ymir. Uno de sus pies engendró con el otro un hijo. Del hielo fundido por el calor del fuego nació una vaca, Audhumbla, que alimentó a Ymir con su leche. Lamiendo el hielo salado, la vaca le fue dando la forma de un hombre, Buri, que tomó por esposa a una hija de los gigantes. Tuvieron un hijo, Bor, casado a su vez con Bestla, hija a su vez de gigantes, y tuvieron tres hijos: Odín, Vili y Ve, los tres primeros Ases.
Los tres hermanos dieron muerte a Ymir, y su sangre, al brotar ahogó a todos los gigantes menos a uno, Belgemir. De este gigante, que se salvó con su mujer, es de los que provienen el resto de los gigantes de la escarcha.
La mitología germana es muy diferente a la religión cristiana, o la mitología griega, a la que estamos acostumbrados. En ella no hay lucha del bien contra el mal, porque realmente no hay un bien puro y un mal absoluto. En ella lo que impera es la lucha del Orden contra el Caos, representado por los gigantes de la escarcha. Los dioses en este caso representan el Orden, pero no debemos olvidar que así mismo ellos son gigantes de la escarcha también. Luego, con las acciones de unos y otros dioses, podremos ver como en cada uno de ellos persiste el bien y el mal. Realizan acciones correctas e incorrectas, siendo a veces arteros y traidores a su propia palabra, pero siempre luchando a favor de un fin que lleva a organizar el universo y a evitar el caos.
Idunn |
Otra cosa que diferencia esta mitología con cualquier otra es el carácter mortal de sus dioses. Efectivamente, estos dioses, todos ellos, pueden envejecer y morir, y de hecho lo harían si no comieran periódicamente las manzanas que guarda en un arcón de madera la diosa Idunn. Una de las historias más importantes de la mitología escandinava, y que se narra en estos poemas es la muerte del dios Baldur, uno de los hijos de Odín
Una vez muerto Ymir, colocaron su cuerpo en medio del abismo y lo desmembraron, dando lugar al mundo: la tierra fue su carne y los huesos las montañas. Los dientes, rocas y peñascos; el mar, la sangre; los sesos, las nubes; el cráneo fue el cielo, sustentado sobre cuatro esquinas, y bajo cada esquina un enano. Norte, Sur, Este y Oeste fueron sus nombres.
Tywar |
Así, con el sacrificio de un ser bisexuado que engendra la totalidad, se da lugar al origen del mundo y de todo lo existente, de todo lo que realmente es para los escandinavos. Esto nos hace darnos cuenta de la importancia del sacrificio ritual para alcanzar la meta, asegurando la regeneración de la vida y la coherencia de la sociedad. Así Odín se sacrifica para conseguir la sabiduría y Tywar, el dios supremo, sacrifica su mano para lograr el orden del cosmos e intentar evitar el Ragnarok.
De las chispas del Múspel crearon las estrellas y el sol y la luna, dando lugar a los días, las noches y las estaciones.
Después de crear la bóveda celeste y llenarla de astros, los tres hermanos prosiguen su obra cosmogónica y crean la tierra, de forma circular, rodeada por el mar que la circunda. En sus costas sitúan la morada de los gigantes, y más adentro, protegida por una valla hecha con las pestañas de Ymir, se localiza el Midgard, literalmente la tierra media o tierra del medio, concedida a los humanos. Después, ya terminada su obra terrenal, Odín y sus hermanos crearon el reducto para los dioses, el Asgard, situado en el centro del mundo.
Este artículo es parte de uno publicado en la revista Imaginarios
Este artículo es parte de uno publicado en la revista Imaginarios
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