domingo, 30 de noviembre de 2014

YO SOY ESPARTACO, KIRK DOUGLAS





DATOS DEL LIBRO


  • Nº de páginas: 224 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: CAPITAN SWING
  • ISBN: 9788494221392
Reseña publicada inicialmente en Fantasymundo



Quedan pocos hombres que merezcan el apelativo de «leyenda viva del séptimo arte» con pleno derecho, pero, a sus noventa y siete años de edad, Issur Danilovich Demsky, más conocido por el común de los mortales como Kirk Douglas, es, sin duda, uno de ellos. A finales de los años cincuenta, Douglas había entrado en una fase de su carrera que le permitía salirse del sistema impuesto por los grandes estudios. Traducido a lenguaje coloquial, eso significa que ahora podía producir sus propias películas. Diez años antes, el 28 de Octubre de 1947, el congresista J. Parnell Thomas presidía la sesión del Comité de Actividades Anti-Estadounidenses, a la que habían sido convocados nueve guionistas y un director de cine para prestar declaración sobre sus posibles filiaciones comunistas. Aquello dio comienzo a un proceso que se conocería desde entonces como la «Caza de Brujas» de Hollywood, por la cual muchos profesionales de la industria perdieron posición, respeto, trabajo y, en algunos casos, hasta la vida.


Mientras Douglas empezaba a hacerse un nombre en la Meca del Cine con películas como El ídolo de barro, Río de sangre, 20.000 leguas de viaje submarino o Los vikingos, Dalton Trumbo, el primero de «Los Diez de Hollywood» que fue llamado a declarar aquel fatídico 28 de Octubre, cumplía condena de prisión por acogerse a la quinta enmienda y negarse a denunciar a otros compañeros de profesión. Los derechos garantizados por la Constitución de su país no se aplicaban igual para todos los ciudadanos, y Trumbo, que hasta entonces había sido uno de los guionistas mejor pagados del gremio (con cifras de hasta75.000 dólares por libreto), fue relegado al ostracismo profesional y se vio obligado a trabajar por una mínima parte de su sueldo al salir de la cárcel, bajo pseudónimo. Todo esto podría no haber tenido la menor importancia para la vida del primero, de no haber sido por una cuestión meramente fortuita: en 1958, el segundo sería oficialmente fichado para escribir el guión de la nueva película producida y protagonizada por Douglas, con el nombre de Sam Jackson. Así fue como empezó a gestarse el rodaje de Espartaco, que pasaría a la historia como la película que acabó con las listas negras en Hollywood.


Han pasado más de cincuenta años de aquello, pero gracias a la mente todavía vivaz del viejo Douglas y al trabajo de investigación en archivos fotográficos, los aficionados al cine pueden disfrutar ahora de un relato fascinante, preciso y mordaz de todo cuanto rodeó a aquella película, desde los tiempos de la «Caza de Brujas» hasta el estreno de filme ya terminado, incluyendo toda la odisea intermedia, que duró más de tres años hasta ver por fin el título en las marquesinas. Las triquiñuelas que hubo que llevar a cabo para fichar a actores de la talla de Laurence Olivier, Peter Ustinov o Charles Laughton; cambios de director y protagonistas femeninas; feroces luchas y negociaciones con Stanley Kubrick y anécdotas curiosas, como la participación activa de Ronald Reagan (que llegaría a ser presidente de los USA allá por los años ochenta) en la denuncia de comunistas, o la paralización del rodaje de algunas secuencias de batalla en España por parte del General Francisco Franco en persona, que acabarían llegando a buen puerto, en cuanto el equipo de producción hizo un cuantioso donativo en efectivo a la asociación benéfica de la esposa del Generalísimo. También abundan las historias propias del funcionamiento interno de la Fábrica de Sueños. Todas ellas harían buena pareja con cualquiera de los pasajes narrados en otra película de Douglas que casi nadie recuerda ya. Se titula Cautivos del mal, y sigue ilustrando el nido de víboras que puede llegar a ser el negocio del cine tan bien como el primer día.

Volviendo al objeto de la reseña, las casi doscientas páginas de este retrato de época se leen a ritmo vivo, y hasta me atrevería a decir que trepidante, gracias a la gracia y el aplomo del autor, que, con ayuda de manos externas (ya no debe estar el cuerpo para muchos alardes) sabe transmitir los acontecimientos con una claridad y lucidez (palabras que parecen significar lo mismo, pero sólo lo parecen) dignas de envidiar. Lectura más que recomendable, tanto para los más cinéfilos como para los que gusten de todo tipo de textos de calidad, que nos llega con dos años de retraso, pese a gozar de un ritmo equiparable al de las mejores novelas, y solo se ve lastrada por un buen número de erratas en su edición española que puede sacar a los más maniáticos de la lectura, cuando se topen con cosas como «informar de los hechos de los hechos», «No hubiera creído que era posible» o «alguien tiene que darle una patada en las pelotas para que se tranquilicen». Darle una patada a ellos, sí. Cada cual tiene sus extravagancias.
Pese a todo, debería ser lectura obligada para toda clase de mentes curiosas, como tratado de lucha contra la hipocresía moral, personal y hasta laboral, que es lo que representa esta historia. Más allá del poder del cine, lo que late en el fondo de estas páginas es una lucha por la decencia personal del ser humano. Ya lo dijo Orson Welles: «Lo malo de la izquierda americana es que traicionó para salvar sus piscinas». Y eso, lo de vender al prójimo para poner a resguardo, no ya el culo propio, si no las posesiones y la posición social que uno cree haber merecido, sigue estando hoy día tan feo como lo estaba entonces.


Códex Iuvenis

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