SINOPSIS: En el desierto de Raraku, Sha’ik, la vidente
y sus seguidores se preparan para el levantamiento profetizado largo tiempo
atrás, “El Torbellino”. Esclavizada en las minas de otataral, Felisin, la más
joven de la deshonrada Casa Paran, sueña con la libertad y jura vengarse, mientras que los
Abrasapuentes proscritos, Violín y Kalam conspiran para liberara al mundo de la
emperatriz Lassen (aunque la voluntad de los dioses, como siempre, parece ser
otra). Y al tiempo, dos antiguos guerreros cargados con un secreto devastador
penetran en esta tierra asolada, un comandante del Séptimo Ejército de Malaz,
lidera sus agotadas tropas en una última y audaz carrera para salvar las vidas
de treinta mil refugiados.
Opinión personal:
Nos encontramos de nuevo en las siete
ciudades, pero ahora la trama aun se complica más, se vuelve más frenética, más
dividida, con diversos frentes abiertos, cada uno de los cuales comprendería
por si mismo una apasionanate novela.
Ahí radica su
tremendo atractivo y la también dificultad que entraña ser capaz de
fijar la atención en diversas líneas argumentales, que se van entrecruzando
como un complejísimo tapiz, en el que cada uno de los personajes es un hilo de
brillante color, de relieve especial, que aparece y desaparece, engullido en
unas escenas emocionantes, trepidantes y a veces demenciales que necesitan de una imaginación muy vívida para
poderlas abarcar.
Estos personajes, algunos viejos conocidos
de la novela anterior, como los Abrasapuentes, el joven Azafrán, o Lástima, y
otros, nuevos y muy intensos, como la joven
Felisin, o Duiker, el historiador, nos van desgranando su historia paso a paso.
A traves de sus andanzas y de sus penurias, avanzamos por una trama que los
trata a todos ellos, vívidos y muy reales, sin miramientos, con crueldad
refinada. El autor hace que en cada página nos sobrecojamos con una vision
descarnada de lo que es la esclavitud, la guerra, las matanzas y en suma, la barbarie
humana, ya que aquí no se escatima nada. Ni sangre, ni suciedad, ni miseria ni
dolor, sea este físico, mental o emocional. Como en cualquier guerra, como en
cualquier contienda real.
Y como en la vida real, no hay ningún
personaje bueno ni malo, sino que todos son tremendamente humanos, hasta los
dioses, que interfieren una y otra vez con los mortales.
En esto se basa otro de los grandes
atractivos de esta saga épica: en la falta de histrionismos, de exageraciones.
Es su gran humanidad lo que hace que frases, sentimientos y pensamientos de los
personajes te calen en lo más hondo y te sobrecojan. Esa libre eleccion, esa falta
de determinismo, ese albedrío propio de la gente de carne y hueso hace que
entendamos lo que cualquier ser humano es capaz de hacer cuando se ve llevado
al límite de su cordura.
Porque en esta segunda parte, todos están
abocados a perderla, todos parecen ser conducidos más allá de los limites hacia
la locura de la irrealidad, en un mundo en el que las bases de la magia, las
sendas por las que transita, se ven alteradas, estremecidas en sus cimientos, y
sacuden como un terremoto toda la realidad, haciendo que cualquier proyecto,
cualquier plan, se vea sometido al azar de una magia que parece haber perdido
el control, y de unas decisiones tomadas
siempre al borde del caos, hasta llevarnos a un
final sorprendente que nos deja en suspenso, esperando el desenlace de
aquello que no lo ha tenido, o que habiéndolo tenido no nos deja estar seguros
de nada. Porque nada es lo que parece, y si algo no es esta novela , es
predecible.
Eso no quiere decir que sea una novela que
se devora, que se lee rápido. No. Es una novela para saborearla, para
disfrutarla poco a poco, asimilando cada una de sus tramas, porque he de
reconocer que muchas veces, la escasa prolijidad de las descripciones, tanto
del paisaje como de los personajes, hace que tengamos que tirar mucho de la
imaginación, y eso nos obligue a realizar un gran esfuerzo para comprender
muchas situaciones, haciendo que algunos tramos parezcan en un principio un
poco confusos.
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