martes, 30 de abril de 2019

LA NOCHE, DE WALPURGIS. EL DÍA, DE BELTANE






Se acerca el primero de mayo, fecha ancestral para festejar la primavera, la llegada de la luz, del calor, y el retroceso del frío y las tinieblas. En todas partes se celebran y se han celebrado ritos de fertilidad en estas fechas, las que van desde mediados de abril a mediados de mayo. No en vano nos hemos visto inmersos, hace poco, en unos ritos de resurrección, de regreso del inframundo; y culminaremos este periodo con el día del patrón/dios/santo/ de la agricultura o de la fertilidad. No todos los días emerge la luz de las tinieblas y renace la vida. Por eso su exaltación es algo común a todas las culturas y credos, pues hablamos de pueblos eminentemente agrícolas, y que pretendían, con el renacer de la vida tras el invierno, obtener buenas cosechas, buenos ganados y muchos hijos que ayudaran en las labores agrícolas. Y eso, quizá, sea lo único que tienen en común Walpurgis y Beltane, además de la fecha.

LA NOCHE DE WALPURGIS

Uno de los ritos que acontecen estos días es la llamada Noche de Walpurgis, localizada en el norte de Europa, y focalizada en Brocken, en la sierra de Haz, en Sajonia. Según la tradición, esa noche las brujas se reúnen en torno a Satanás para llevar a cabo un aquelarre. En realidad, esa es la figura a la que se ha evolucionado desde la antigüedad mitológica, ayudada por el cristianismo en su demonización del paganismo y por la literatura, en forma de relatos y cuentos surgidos durante el romanticismo y que tiene su máximo exponente en el Fausto, de Goethe.

Pero su origen es muy anterior, sin duda, y está profundamente entroncado con la mitología nórdica. En estas fechas, en esa cultura, tenían lugar los rituales de fertilidad en honor de la diosa Freya o Valfreya, diosa de la fertilidad, de la lujuria, de la magia, de la guerra y de la muerte. Y se decía que en estas fechas, la diosa recorría la tierra haciéndola germinar en su carro tirado por gatos, seguida de sus doncellas guerreras, las valkirias, trayendo la vida rescatada de los abismos de los muertos, a los que ella podía ir gracias a su capa de plumas de halcón. En esa noche yacía en lo alto del monte sagrado con su hermano Freyr, dios de la fecundidad, de la agricultura y de la naturaleza, para así bendecir el mundo y que la rueda de las estaciones siguiera girando.
Por supuesto, tras la cristianización, fue fácil convertir a la diosa y a sus doncellas en brujas que vuelan junto a gatos negros, a su hermano en Satán, en forma de macho cabrío, y demonizar los ritos de fecundidad, muchos de ellos consistentes en cópulas al aire libre entre mujeres elegidas que representaban a la diosa y hombres que representaban al dios, en aquelarres satánicos.
Debemos tener en cuenta que, mientras la cultura celta no era ningún peligro para la religión cristiana, pues se hallaba ya hace mucho tiempo extinguida como religión bajo la sandalia romana y solo perduraba como folclore en zonas ya muy católicas de Irlanda, Gales, Escocia y Galicia, el paganismo nórdico permaneció como religión hasta bien entrado el siglo XII, y desapareció, no por conversión voluntaria, sino por imposición de los dirigentes. Ese era un peligro real para la Iglesia católica y era el enemigo a vencer, y se venció demonizando a sus practicantes, persiguiéndolos y atacando a sus sacerdotes y sacerdotisas bajo el estigma de «brujas».
Así han ido poco a poco, a lo largo de los años, apareciendo en la literatura germánica medieval como  mujeres que viven en los bosques, expertas en pócimas, conjuros y hechizos surgidos de la magia sheidr. Las tenemos en el Beowulf, en las sagas, en el cantar de Sigfrido, en el de Valtario, y Shakespeare las nombra y define en Macbeth.

EL DÍA, DE BELTANE


Por contraposición a la noche oscura y terrible de Walpurgis, el día se presenta límpido y brillante. Beltane es claramente celta, en honor de Belenos, dios de la fertilidad, de la luz y la vida. A lo largo de todo el continente, independiente de los dioses que habiten cada zona, de sur a norte y de este a oeste, se festeja la llegada de la primavera, se encienden hogueras, se elevan palos cubiertos de flores y ramas, que en su origen fueron fálicos y ahora adquieren la forma de una cruz. Se trenzan coronas de flores que se cuelgan de las puertas de las casas y se queman en el solsticio, para agradecer la fertilidad y la vuelta de la vida. Son muchas las obras literarias que recogen ritos similares en sus páginas, y que basándose en obras como el Mabinogion, recrean una cultura en la que estos ritos están muy presentes.

Bibliografía:
Caro Baroja, Julio (2003) [1961]. Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-7777-9
Borges, Jorge Luis (1979). Literaturas germánicas medievales. Madrid: Alianza Editorial. ISBN: 9788420638263
H.D’Arbois de Jubainville (1986). El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica. Edicomunicación. ISBN 10: 8476720483 

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