Se acerca el primero de mayo, fecha
ancestral para festejar la primavera, la llegada de la luz, del calor, y el
retroceso del frío y las tinieblas. En todas partes se celebran y se han
celebrado ritos de fertilidad en estas fechas, las que van desde mediados de
abril a mediados de mayo. No en vano nos hemos visto inmersos, hace poco, en
unos ritos de resurrección, de regreso del inframundo; y culminaremos este
periodo con el día del patrón/dios/santo/ de la agricultura o de la fertilidad.
No todos los días emerge la luz de las tinieblas y renace la vida. Por eso su
exaltación es algo común a todas las culturas y credos, pues hablamos de
pueblos eminentemente agrícolas, y que pretendían, con el renacer de la vida
tras el invierno, obtener buenas cosechas, buenos ganados y muchos hijos que
ayudaran en las labores agrícolas. Y eso, quizá, sea lo único que tienen en
común Walpurgis y Beltane, además de la fecha.
LA NOCHE DE WALPURGIS
Uno de los ritos que acontecen estos días es la
llamada Noche de Walpurgis, localizada en el norte de Europa, y focalizada en
Brocken, en la sierra de Haz, en Sajonia. Según la tradición, esa noche las
brujas se reúnen en torno a Satanás para llevar a cabo un aquelarre. En
realidad, esa es la figura a la que se ha evolucionado desde la antigüedad
mitológica, ayudada por el cristianismo en su demonización del paganismo y por
la literatura, en forma de relatos y cuentos surgidos durante el romanticismo y
que tiene su máximo exponente en el Fausto, de
Goethe.
Pero su origen es muy anterior, sin duda, y está
profundamente entroncado con la mitología nórdica. En estas fechas, en esa
cultura, tenían lugar los rituales de fertilidad en honor de la diosa Freya o
Valfreya, diosa de la fertilidad, de la lujuria, de la magia, de la guerra y de
la muerte. Y se decía que en estas fechas, la diosa recorría la tierra
haciéndola germinar en su carro tirado por gatos, seguida de sus doncellas
guerreras, las valkirias, trayendo la vida rescatada de los abismos de los
muertos, a los que ella podía ir gracias a su capa de plumas de halcón. En esa
noche yacía en lo alto del monte sagrado con su hermano Freyr, dios de la
fecundidad, de la agricultura y de la naturaleza, para así bendecir el mundo y
que la rueda de las estaciones siguiera girando.
Por supuesto, tras la cristianización, fue
fácil convertir a la diosa y a sus doncellas en brujas que vuelan junto a gatos
negros, a su hermano en Satán, en forma de macho cabrío, y demonizar los ritos
de fecundidad, muchos de ellos consistentes en cópulas al aire libre entre
mujeres elegidas que representaban a la diosa y hombres que representaban al
dios, en aquelarres satánicos.
Debemos tener en cuenta que, mientras la
cultura celta no era ningún peligro para la religión cristiana, pues se hallaba
ya hace mucho tiempo extinguida como religión bajo la sandalia romana y solo
perduraba como folclore en zonas ya muy católicas de Irlanda, Gales, Escocia y
Galicia, el paganismo nórdico permaneció como religión hasta bien entrado el
siglo XII, y desapareció, no por conversión voluntaria, sino por imposición de
los dirigentes. Ese era un peligro real para la Iglesia católica y era el
enemigo a vencer, y se venció demonizando a sus practicantes, persiguiéndolos y
atacando a sus sacerdotes y sacerdotisas bajo el estigma de «brujas».
Así han ido poco a poco, a lo largo de los
años, apareciendo en la literatura germánica medieval como mujeres que
viven en los bosques, expertas en pócimas, conjuros y hechizos surgidos de la
magia sheidr. Las tenemos en el Beowulf, en las
sagas, en el cantar de Sigfrido, en el de Valtario, y Shakespeare las nombra y
define en Macbeth.
EL DÍA, DE BELTANE
Por contraposición a la noche oscura y terrible de
Walpurgis, el día se presenta límpido y brillante. Beltane es claramente celta,
en honor de Belenos, dios de la fertilidad, de la luz y la vida. A lo largo de
todo el continente, independiente de los dioses que habiten cada zona, de sur a
norte y de este a oeste, se festeja la llegada de la primavera, se encienden
hogueras, se elevan palos cubiertos de flores y ramas, que en su origen fueron
fálicos y ahora adquieren la forma de una cruz. Se trenzan coronas de flores
que se cuelgan de las puertas de las casas y se queman en el solsticio, para
agradecer la fertilidad y la vuelta de la vida. Son muchas las obras literarias
que recogen ritos similares en sus páginas, y que basándose en obras como el
Mabinogion, recrean una cultura en la que estos ritos están muy presentes.
Bibliografía:
Caro
Baroja, Julio (2003) [1961]. Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-7777-9
Borges, Jorge Luis (1979). Literaturas germánicas medievales. Madrid: Alianza
Editorial. ISBN: 9788420638263
H.D’Arbois de Jubainville (1986). El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica. Edicomunicación.
ISBN 10: 8476720483
Interesantísimo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMil gracias, Laura. Me alegro de que te guste.
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